EL CARÁCTER PRÁCTICO DE LA REALIDAD.
Las recientes discusiones sobre el carácter práctico de la
realidad parecen muy significativas si se considera su relación con las dos
doctrinas más distintivas de la tendencia pragmatica. La primera de estas
doctrinas puede llamarse instrumentalista; la segunda se llama inmediatista.
Por instrumentalismo se entiende el elemento del pragmatismo que ha surgido de
la aplicación del método evolutivo a los problemas lógicos. El método evolutivo
en general prescribe que, para comprender la naturaleza existente de cualquier
cosa, indaguemos sobre su origen y desarrollo, y que este desarrollo se
explique en todos los casos como un ajuste a las condiciones específicas en las
que ha tenido lugar. Cuando este método se aplica a la lógica, significa, en
primer lugar, que el pensamiento mismo ha surgido como un modo de ajuste
orgánico al medio ambiente, y que todo su desarrollo ha sido y está determinado
con referencia a esta función. En segundo lugar, y más particularmente, el
instrumentalismo significa que todas las distinciones y términos del
pensamiento, es decir, todos los significados, son relativos a las condiciones
específicas que los han provocado y a las funciones que desempeñan. Esto
conlleva una negación del absolutismo en todas sus formas históricas, desde la
doctrina platónica del bien absoluto hasta la concepción neo=hegeliana de la
realidad como experiencia completamente organizada.
La tendencia pragmatica ha tratado de desacreditar con tanta
eficacia las venerables disciplinas de la ontología y la epistemología, cuyo
objetivo es la investigación de la realidad como tal o del conocimiento como
tal, desde el punto de vista del instrumentalismo. La tendencia pragmatica sostiene que sería muy provechoso
discutir con el racionalista pre-kantiano la naturaleza del hombre como tal,
sin hacer referencia a sus relaciones biológicas con las especies inferiores y
las condiciones de su desarrollo a partir de ellas. En lugar de la
epistemología, esa reliquia desgastada del racionalismo, sustituiría una
investigación genética de la relación del pensamiento con otros modos de
experiencia, junto con una investigación de las condiciones específicas en las
que surgen y desaparecen los diversos procesos de pensamiento. La condena del
absolutista de tal procedimiento como "meramente psicológico" la
estigmatizaría como paralela al desprecio del vitalista por la investigación
química de los procesos orgánicos como "meramente mecánica". La
afirmación de que la investigación psicológica es esencial y en última
instancia incapaz de arrojar luz sobre la naturaleza del significado es,
afirmaría, tan infundada como la afirmación de que las reacciones vitales no
son en esencia susceptibles de análisis químico.
Podríamos suponer que una conclusión muy similar en lo que
respecta a la investigación de la naturaleza de la realidad es la expresión
natural de la actitud instrumentalista hacia la ontología. Podríamos suponer,
por ejemplo, que el filosofo de la tendencia pragmatica señala el dualismo en
el que generalmente ha desembocado la filosofía absolutista, como resultado del
intento de definir la realidad en términos existenciales (a diferencia de los
funcionales). Tal dualismo, podría decir, es prácticamente inevitable, pues la
caracterización de una forma, o incluso de un aspecto, del ser como real
implica la irrealidad de otras formas o aspectos, y hace inexplicable la
relación entre las dos divisiones. El dualismo puede, tal vez, evitarse, pero
sólo mediante el expediente de mantener que todo ser es real, en cuyo caso el
término "real" pierde todo significado. Desde el punto de vista
instrumentalista, la pregunta sería: "¿qué es la realidad?" parece
tan inútil como le parecía a Kant la pregunta "¿cuál es la causa del
mundo?". Podemos imaginar que el filosofo con tendencia pragmatista
argumentaría acerca de la realidad del mismo modo como Kant lo hizo con la
causalidad, es una concepción aplicable a los objetos particulares de la
experiencia en relación entre sí, pero completamente estéril si se aplica a la
existencia en su conjunto. Pero el defensor del instrumentalismo iría más lejos
que Kant. Tal vez podamos imaginar que él planteara un argumento parecido a
éste: si uno pregunta por la causa de un acontecimiento dado, una respuesta
completa incluiría la descripción de todo el estado precedente del universo.
Por otra parte, el intento de dar una explicación perfectamente exacta del
acontecimiento mismo implicaría igualmente una descripción del estado
contemporáneo del universo. La completitud de la afirmación en ambos casos
significa la pérdida total de todo significado. No queda ningún acontecimiento
y no se puede aducir ninguna causa. ¿Cuánto, entonces, del estado precedente
del universo debe considerarse como causa suficiente de cualquier
acontecimiento? ¿Qué grado de completitud exige la "verdad"? La única
respuesta es: tanto como sea relevante para los propósitos de la investigación
particular en cuestión. En resumen, lo que puede considerarse como una
descripción verdadera del acontecimiento y lo que puede considerarse como una
descripción adecuada de su causa es algo relativo a los fines de la
investigación: es una cuestión «práctica». Lo mismo ocurre con la realidad. Lo
que cualquier objeto o acontecimiento es realmente depende siempre del contexto
y la ocasión en relación con los cuales se considera el objeto o
acontecimiento. Si se toma «en general», para utilizar la expresión del
profesor Dewey, la investigación es inútil porque es indeterminada. Lo «real»,
a su vez, siempre lo es por distinción de lo «irreal», lo «aparente» o incluso
lo «ideal». El fundamento de la distinción es siempre específico y se encuentra
en las circunstancias y exigencias particulares que la han originado. La única
teoría general de la realidad (así como de la causalidad) debe ser funcional;
es decir, debe ser una explicación del servicio general que la distinción
«real-irreal» realiza en nuestros procesos reales de pensamiento. Tal es, en
resumen, la posición que podríamos suponer que adopta el filosofo pragmatista,
y algo de este tipo podríamos suponer que quiere decir cuando habla del
"carácter práctico de la realidad".
Pasemos ahora a lo que se ha mencionado como la segunda
doctrina distintiva de la tendencia pragmatica, a saber, el inmediatismo. En el
análisis que sigue, para abreviar, me limitaré a considerar el inmediatismo tal
como aparece en los escritos del profesor Dewey. En este asunto, parece estar
en sustancial acuerdo con otros destacados exponentes de la tendencia
pragmatica, en particular el del profesor James; y si la tesis que se propone
aquí es válida con respecto a la posición del profesor Dewey, creo que también
lo será con respecto a la del profesor James.
La doctrina del inmediatismo es el sustituto pragmático de
la ontología. Se expresa brevemente en la fórmula de que la realidad es, o las
cosas realmente son, lo que se experimenta como tales. La fórmula debe su punto
de vista a la distinción entre las cosas tal como se conocen y las cosas tal
como se experimentan de otra manera. Se supone que la falacia de las teorías
más antiguas reside precisamente en la suposición de que sólo el objeto del
conocimiento es real; o, dicho de otro modo, que la realidad sólo mantiene un
único tipo de relación con nosotros, a saber, la de objeto a conocer. Sin
embargo, tal suposición no hace justicia ni a la naturaleza de la realidad ni a
nuestras relaciones con ella. Porque la realidad es práctica y, además de ser
objeto de conocimiento, es aquello con lo que tenemos relaciones comerciales
(económicas), éticas, estéticas y similares. Por lo tanto, es todo lo que se
experimenta que es. Más específicamente, lo real es lo que se experimenta
inmediatamente como tal, no sólo lo que se descubre que es para una reflexión
posterior. Así, en la ilustración utilizada por el profesor Dewey, el ruido que
se oye en la noche es realmente temible, aunque la investigación muestra que es
sólo el aleteo inofensivo de una persiana en el viento. Esto no quiere decir
que el objeto de la experiencia-conocimiento posterior sea irreal (porque se lo
conoce como inofensivo), sino simplemente que el objeto conocido no tiene un
título exclusivo de realidad. La experiencia-conocimiento, aunque sea el resultado
de un proceso de mediación, es, en cuanto experiencia, inmediata en sí misma y,
por lo tanto, tan real, si no más real, que cualquier otro tipo de experiencia.
La realidad, entonces, es identificable con la experiencia en su aspecto
inmediato. A la objeción de que el objeto real se convierte así en sujeto de
predicados contradictorios, la respuesta del pragmatista es que la atribución
de predicados contradictorios se convierte en una dificultad sólo cuando el
objeto real se concibe como una entidad estática. La solución está en concebir
lo real mismo como cambiante. El ruido de la ilustración es realmente temible y
realmente inofensivo, precisamente porque la realidad experimentada ha
cambiado, y ha cambiado, de hecho, en virtud del conocimiento mismo. Es una
descripción falsa del suceso describir el cambio como algo meramente de actitud
y, por lo tanto, subjetivo. La cosa real, es decir, la cosa tal como realmente
se experimenta, ha cambiado. En realidad, es lo mismo que digamos que la cosa
experimentada ha cambiado o que la experiencia ha cambiado. Las cosas no son
otra cosa que nuestra experiencia de ellas; y la experiencia no es otra cosa
que las cosas experimentadas.
Pero no sólo descubrimos la naturaleza real de cosas tales
como ruidos particulares, caballos y sillas, preguntando cómo se experimentan;
sino que debemos aplicar el mismo método en nuestra investigación sobre la
naturaleza de todo tipo de quididades metafísicas. Como dice el profesor Dewey:
"Si deseas descubrir qué significa subjetivo, objetivo, físico, mental,
cósmico, psíquico, causa, sustancia, propósito, actividad, mal, cantidad -en
resumen, cualquier término filosófico- ve a la experiencia y ve cómo se
experimenta".
Supongamos ahora que intentamos aplicar este método al tema
mismo que estamos discutiendo, la naturaleza de la realidad misma. Bien podemos
preguntarnos si el profesor Dewey ha seguido el método del empirismo inmediato
en su explicación de la realidad. ¿Ha preguntado cómo se experimenta la
realidad misma? ¿O, puesto que la realidad es sólo otro nombre para los
diferentes reales de la experiencia, ha preguntado cómo se experimenta una cosa
real? Pues, sin duda, aunque la «cosa real» pueda tal vez concebirse como
idéntica a la «cosa experimentada», no se experimenta inmediatamente como tal.
Si un «ruido realmente temible» no se experimenta como algo más que un «ruido
temible», lo «real» no se experimenta en absoluto. También podría describirse
el ruido temible como inofensivo, puesto que la investigación demuestra que lo
es. Pues, ¿no es perfectamente evidente que sólo por reflexión posterior el
«ruido temible» puede convertirse en un «ruido realmente temible», así como
sólo por reflexión posterior pudo haberse convertido en un «ruido no realmente
temible» pero «realmente inofensivo»? La experiencia "A - B"
seguramente no es idéntica a la experiencia "realmente A - B"; y
parecería que la investigación a la que se compromete el inmediatista es: ¿cuál
es la naturaleza de esta diferencia experimentada?
Pero ¿Qué diremos ahora de la doctrina de que la realidad
debe identificarse con lo inmediato? Seguramente, si el inmediatismo significa
que todas las cosas son lo que se experimentan como tales, entonces no es
cierto decir que todas las cosas como se experimentan son reales, porque no se
experimentan como reales. La doctrina del inmediatismo no puede proporcionar
una definición de la realidad más legítimamente que, por ejemplo, de la
causalidad. Todo lo que puede pretender ofrecer con alguna apariencia de coherencia
es un método para descubrir ambas cosas. Si como inmediatistas queremos
descubrir la naturaleza de la realidad, debemos, en palabras del profesor
Dewey, acudir a la experiencia y ver cómo se experimenta; y, imitando aún su
lenguaje, se puede decir que no se encontraría en este método un método breve y
fácil.
No es mi propósito, sin embargo, simplemente condenar al
inmediatismo por contradicción interna. Admitamos, por el bien del argumento,
que la contradicción interna que acabamos de señalar es meramente verbal y que,
en el pensamiento del profesor Dewey, el término «realidad» se utiliza como
sinónimo de «cosas tal como se experimentan inmediatamente»; y consideremos,
por sus propios méritos, la doctrina de que las cosas son tal como se
experimentan. A primera vista, puede parecer que no surge ninguna dificultad,
siempre que consideremos las experiencias de cosas particulares. El ruido que
nos alarma por la noche es algo temible; y, cuando más tarde descubrimos que lo
causa el viento, es, de nuevo, algo inofensivo. Así, el caballo que utilizamos
para nuestro paseo vespertino es el medio de alivio de la presión de las
preocupaciones del día; aunque más tarde, cuando nos enteramos de que se pone
frenético de miedo cuando se encuentra con un automóvil, ya no se convierte en
un medio de recreación, sino en una responsabilidad indeseable. Hasta aquí
quizá podamos seguir el dictamen inmediatista de que las cosas son lo que se
experimenta como tales. Pero supongamos que el caso en cuestión es la
naturaleza de algún universal; por ejemplo, el universal «caballo». ¿Cómo se
experimenta el «caballo»? ¿Cómo puede, en términos generales, el inmediatista
describir la diferencia entre la experiencia de un universal y la de un
particular? Las discusiones sobre el inmediatismo del profesor Dewey no me han
proporcionado ninguna ayuda material para responder a esta pregunta. En lo que
respecta a un universal, la «realidad», la suposición, de hecho, parece ser que
la experiencia de las diferentes cosas reales particulares no es otra que la
experiencia de la realidad misma. Pero es difícilmente concebible que, en
respuesta a la pregunta «¿Cuál es la naturaleza del universal «caballo»?», el
filosofo con tendencia pragmática señalara las diversas experiencias de
caballos particulares y dijera: «Eso es lo que se experimenta como «caballo». A
esta respuesta, la réplica es obvia: "¿Cómo se puede describir la
experiencia de estos numerosos y variados objetos como 'caballos'?". No,
la única posición aparentemente posible que puede adoptar el filosofo con
tendencia pragmatica es la que vemos que adopta en realidad, a saber, que lo
universal se experimenta como una herramienta en los procesos del pensamiento
reflexivo y que, aunque estos son procesos de mediación, sin embargo, como
modos de experiencia son en sí mismos inmediatos. Así, encontramos al profesor
Dewey diciendo: "Para que no se me acuse de insinuar que los conceptos son
irreales y no empíricos, digo inmediatamente que creo que los significados
pueden ser y son experimentados inmediatamente como conceptuales".
Supongamos, sin embargo, que preguntamos qué es exactamente lo que se
experimenta inmediatamente en un proceso de mediación de este tipo. Aquí es
importante recordar que la cosa experimentada y la experiencia son lo mismo. La
cosa inmediatamente experimentada en el proceso de mediación, en consecuencia,
es el proceso de mediación mismo. Los términos en los que se lleva a cabo el
proceso, las herramientas mediante las cuales se efectúa la reconstitución, no
son en sí mismos experimentados inmediatamente. En las referencias pragmáticas
a los universales, estos suelen describirse como instrumentos de análisis de
los Denkmitteln (Traducido del Aleman. Herramientas de pensamiento), medios por
los cuales podemos tratar con éxito los hechos y conducir nuestro pensamiento a
resultados exitosos. En resumen, se los describe en términos funcionales. Sin
embargo, difícilmente se podría expresar mejor la esencia de la teoría
inmediatista de la realidad que caracterizándola como la creencia de que la
naturaleza real de las cosas se encuentra en la estructura y no en la función.
Tal vez la dificultad se pueda presentar mejor de esta manera. El primer
principio del inmediatismo es que las cosas son lo que se experimenta como
ellas. Pero los universales no son descritos por el filosofo con tendencia pragmatica en términos de lo que se
experimenta como ellas, sino en términos de las funciones que desempeñan. Los
universales son, se dice, herramientas en el proceso de reflexión; pero
seguramente no se puede decir que se experimenten inmediatamente como tales. De
hecho, es sólo para la especulación del filosofo con tendencia pragmatica que
el universal se interpreta como una herramienta, es decir, como un mediador.
Aun así, el ruido que se escucha en la noche puede describirse como un estímulo
para la reacción orgánica específica que sigue; Pero no es como tal estímulo
como se experimenta. Sin duda, los universales deben, como dice el profesor
Dewey, "entrar de algún modo en la experiencia"; y, sin duda,
"toda experiencia es inmediata en cuanto existencia"; pero, si esta
última observación ha de tener alguna fuerza, implica obviamente que la
experiencia como significado no es inmediata.
Parece imposible, entonces, que los universales puedan ser
experimentados inmediatamente. Dejando de lado el problema, que ahora surge en
relación con el estatus de los universales así desterrados del reino de la
realidad, pasemos al problema no menos urgente de la relación de lo universal
con lo particular. Porque es evidente que el inmediatismo se enfrenta a un
dualismo de lo particular y lo universal tan radical como el que afrontaba el
antiguo empirismo. De hecho, en los escritos de los filósofos con tendencencias
pragmatistas se encuentran sugerencias sobre cómo puede resolverse esta
dificultad. Se sostiene que el conocimiento, en comparación con otros modos de
experiencia, no es absolutamente sui generis. En realidad, no es otra cosa que
el modo en que los valores y significados conflictivos de las experiencias
inmediatas se transforman y ajustan. Es falso afirmar que existe un dualismo
irreconciliable entre las herramientas de la experiencia cognoscitiva y las
cosas que sirven para reajustar. Porque, por un lado, la naturaleza misma de
estas herramientas está determinada por los desajustes y tensiones específicos
de la experiencia inmediata que exigen la reconstitución; y, por otra parte, la
naturaleza de estos instrumentos mediante los cuales se efectúa la
reconstitución determina la naturaleza de la experiencia inmediata en la que se
desemboca el proceso. En otras palabras, la relación de los universales, que
son siempre términos mediatos del pensamiento, con las cosas particulares de la
experiencia inmediata reside en la incertidumbre y la duda que existen dentro
de la experiencia inmediata misma.
En respuesta a este argumento, yo diría, en primer lugar,
que la experiencia inmediata no puede contener incertidumbre ni duda alguna
como para exigir una mediación, pero que, como inmediata, es absolutamente
incapaz de dar lugar a ninguna investigación. Dejemos esto perfectamente claro.
Una experiencia inmediata puede, en efecto, ser una experiencia de vaguedad,
duda e incertidumbre; pero esta misma incertidumbre se convierte entonces en la
cosa experimentada, y no es en sí misma incierta. No puede haber duda posible
sobre lo que se experimenta, puesto que cualquier duda sentida es en sí misma
precisamente lo que se experimenta. Sólo una experiencia que contiene una duda
sobre la naturaleza de la cosa experimentada necesita, o puede posiblemente
evocar, una reconstitución. Como dice el propio profesor Dewey en los Estudios:
"Es la incertidumbre sobre el qué de la experiencia, junto con la certeza
de que existe tal experiencia, lo que evoca la función del pensamiento"
(p. 40). Pero, si la cosa experimentada es sólo la experiencia misma, no hay
distinción posible entre el qué y el eso. El qué es el eso. Creo que esta
confusión entre el aquello y el qué es la fuente del dogma de la certeza de la
experiencia inmediata. «Si hay alguna experiencia», escribe el profesor Dewey,
«entonces es una experiencia determinada». También podría decirse: «Si hay
alguna existencia, entonces es una existencia determinada». Vemos un árbol en
el jardín y suponemos (como debemos hacerlo, aunque sólo sea como hipótesis de
trabajo) que, como cosa objetiva, el árbol es perfectamente determinado en
todos sus aspectos. Pero esto no significa afirmar que cualquier descripción
posible del árbol pueda expresar adecuadamente sus determinaciones. Por el
contrario, diríamos que todo enunciado posible sobre el árbol es
fundamentalmente hipotético y está sujeto a corrección. Del mismo modo, debemos
decir que cualquier experiencia dada es, como cosa objetiva, perfectamente
determinada; pero nuestros enunciados sobre la naturaleza de esta experiencia
son tan verdaderamente hipotéticos como nuestros enunciados sobre la naturaleza
del árbol; de lo contrario, ¿para qué necesitar una introspección adiestrada?
El profesor Dewey escribe: "Es una situación que está organizada o
constituida como un todo y que, sin embargo, se está desmoronando en sus
partes, una situación que está en conflicto consigo misma, lo que despierta la
búsqueda de lo que realmente va unido y un esfuerzo correspondiente por excluir
lo que sólo aparentemente va unido" (p. 37). Pero dentro de la experiencia
inmediata no puede haber duda sobre lo que realmente, y lo que sólo
aparentemente, va unido. O las cosas van juntas o no; y en ambos casos es así
realmente, y no aparentemente.
Ahora bien, es precisamente este fracaso del inmediatismo en
distinguir el qué del aquello, este intento de reducción del significado a la
existencia, lo que marca la separación fatal de lo universal y lo particular.
Esto quizá resulte evidente si volvemos a considerar uno de los ejemplos del
profesor Dewey, el de las líneas de Zöllner (Johann Karl Friedrich Zöllner fue
un astrofísico y astrónomo alemán. Es conocido sobre todo por idear la ilusión
de Zöllner, y en su momento intervino a favor de la explicación científica del
espiritismo). Naturalmente, se diría que estas líneas se ven como convergentes,
pero en realidad no son convergentes sino paralelas. Sin embargo, el profesor
Dewey se opone a esta afirmación del caso. Las líneas de la experiencia en la
que se produce la ilusión, sostiene, son realmente convergentes, no simplemente
vistas como tales. Pero, ¿cómo, debemos preguntarnos, se experimentan las
líneas como convergentes? ¿Qué queremos decir al describir las líneas como
convergentes? Las líneas convergentes se definen comúnmente como aquellas que,
cuando se extienden, se encuentran en un punto. Pero no es posible concebir que
las líneas de esa experiencia se extiendan sin que, por ello, se conviertan en
las líneas de alguna otra experiencia. Evidentemente, entonces, las líneas que
se ven convergentes no son las líneas de esa experiencia, en la particularidad
inmediata de la experiencia; no son las líneas de ninguna experiencia
particular en absoluto; son las líneas reales. Es decir, si se permite la paradoja,
las líneas de esa experiencia no son líneas reales en absoluto. ¿Qué es una
línea real? Seguramente algo que puede extenderse, medirse y dividirse; algo
que (para adaptar una frase del profesor Dewey) es bueno para alguna otra cosa
en el sentido de la experiencia. Y esto, me atrevo a afirmar, es exactamente lo
que significa una "cosa real" (al menos, este es uno de los
significados de "real"): una cosa buena para alguna otra cosa en el
sentido de la experiencia. Experimentar una cosa como real es experimentarla
como si tuviera referencia a algo que no está contenido en la experiencia
misma. Y aquí entramos en abierta contradicción con el inmediatismo. Porque
esto es precisamente lo que no son las cosas de la experiencia inmediata:
servir para cualquier otra cosa en el sentido de experiencia, siempre que las
cosas experimentadas sean, de hecho, las experiencias mismas.
Para decirlo de otro modo, yo diría que lo «real» nunca se
experimenta inmediatamente; siempre es ideal. Siendo así, resulta que no todas
las experiencias son igualmente buenas para decir cuál es realmente la
naturaleza de una cosa. Si lo fueran, no existirían las ilusiones. En el caso
de las líneas de Zollner, la experiencia visual no es tan buena como una
experiencia de medición para decir si las líneas son realmente convergentes o
no. Tal vez pueda surgir la pregunta: si «convergente» significa «que se encuentran
en un punto cuando se producen», ¿Qué significa ver líneas «como convergentes»
cuando en realidad no se encuentran? Simplemente que una cierta apariencia
visual, ahora reconocida, ha llegado a ser un signo o símbolo de otras
experiencias. De hecho, la asociación de estas experiencias con esta apariencia
visual es tan estrecha que a menudo se utiliza «convergente» para denotar la
apariencia visual sin hacer referencia explícita a la posible extensión de las
líneas convergentes hasta un punto de encuentro. Así, en la ilusión, como dice
el profesor Dewey, vemos una convergencia real, en el sentido de que realmente
experimentamos esta apariencia visual. Pero si surge la cuestión de si las
líneas son realmente convergentes o no, la referencia ya no se refiere
únicamente a la apariencia visual, sino a la posibilidad de extender realmente
las líneas hasta que se encuentren, o de aplicar alguna otra prueba reconocida
de convergencia. Es esta ambigüedad en el significado de
"convergente" lo que, a mi parecer, hace plausible la afirmación del
profesor Dewey de que las líneas de la ilusión de Zollner son realmente
convergentes. Y creo que hay una ambigüedad similar en el significado de
"temible" que se utiliza en la ilustración anterior. El ruido era, en
efecto, "realmente temible", en el sentido de que realmente daba
lugar a la emoción del miedo. Pero "temible" también significa
simplemente peligroso; y es este significado del término el que tenemos en
mente cuando, después de la investigación, decimos que el ruido no es realmente
temible, sino inofensivo. En efecto, nunca podría plantearse la cuestión de si
el ruido era realmente temible o realmente inofensivo, a menos que temible
significara algo más que provocar miedo. De modo que la cuestión de qué son realmente
las cosas tiene sentido sólo porque se refiere más allá de la experiencia
inmediata particular de las cosas; no, por supuesto, a ninguna realidad que
esté más allá de la experiencia, sino a otras posibles experiencias de las
cosas. Esto es cierto, incluso si la cuestión es, por ejemplo, si un
determinado libro es realmente gris. ¿El gris que veo ahora pertenece al objeto
o es meramente subjetivo? La cuestión no es la realidad de mi sensación de
gris, sino si el gris es parte de la naturaleza del libro o no. Y la respuesta
a esta pregunta implica una referencia más allá de la experiencia presente.
Porque puede ser que el aparente gris sea el resultado de condiciones
peculiares de iluminación, y que con una mejor luz el libro sea azul. La
experiencia de una cosa como algo es siempre una interpretación, una suposición
sobre la que actuamos en nuestro trato con ella; y la cuestión de la naturaleza
real de la cosa se refiere a la verificación de la suposición.
¿Qué puede decirse ahora del carácter práctico de la realidad
y de la afirmación de que el conocimiento cambia la realidad? ¿Es una verdad
evidente, una paradoja o una verdad significativa? Pues evidentemente la
respuesta dada a esta pregunta variará según la interpretación del término
"realidad". Consideremos primero el asunto desde el punto de vista de
un inmediatismo consistente. Si las cosas reales son cosas tal como se
experimentan, y si las cosas tal como se experimentan no son otra cosa que las
experiencias mismas, entonces parecería que la doctrina de que el conocimiento
cambia la realidad se convierte en una mera verdad evidente, que se expresa
mejor diciendo que el conocimiento es un cambio en la realidad, o que el
proceso de aprendizaje es un cambio real.
En segundo lugar, desde otro punto de vista, creo que la
doctrina puede demostrarse que no es una verdad absoluta, sino una paradoja.
Como se señaló anteriormente en este artículo, uno supondría que la pregunta de
importancia primaria para el inmediatista en su investigación de la naturaleza
de la realidad es: ¿Cuál es la diferencia entre la experiencia "A -
B" y la experiencia "realmente A - B"? En otras palabras, uno
esperaría que tratara de determinar empíricamente cuándo y cómo una cosa se
experimenta como real. Tomemos, pues, el papel de los inmediatistas y
planteemos esta pregunta. En primer lugar, parecería que una cosa se
experimenta como real, sólo cuando ha habido alguna duda respecto de su
naturaleza. Es decir, nos vemos llevados a caracterizarla como realmente este
tipo de cosa, sólo cuando su naturaleza ha sido objeto de duda e investigación.
Ahora bien, caracterizar una cosa como esto o aquello significa considerarla
como prometedora de un tipo específico de experiencia futura. La caracterización
de la cosa como realmente esto o aquello significa que después de la
investigación consideramos que esta promesa está confirmada; no necesariamente
porque hayamos experimentado el cumplimiento real de la promesa, sino porque se
ha aportado evidencia satisfactoria de que la promesa se cumpliría bajo ciertas
condiciones específicas.
(Quizás se pueda plantear la cuestión de si un caballo
desbocado no se experimenta como "realmente" peligroso cuando nos
quitamos de su camino. Seguramente estamos actuando como si fuera bueno para
las consecuencias peligrosas, incluso si no formulamos explícitamente el juicio
"Ese caballo es peligroso" antes de echar a correr. Es cierto; pero
mi punto es que para un inmediatismo consistente en tal experiencia, la
"realidad", o lo "real", no se experimenta en absoluto. Un
caballo realmente peligroso es un caballo experimentado como "realmente
peligroso". El caballo puede ser "realmente peligroso" para una
experiencia posterior, pero solo en la medida en que mi acción de quitarme de
su camino haya sido objeto de investigación y juzgada correcta.)
Si este análisis es correcto y sólo la cosa sometida a
investigación es experimentada inmediatamente como real, habremos llegado a una
conclusión de gran importancia para el inmediatismo, pues la cosa que ha
sufrido el proceso de investigación es precisamente la cosa conocida. Por
tanto, sólo el objeto conocido es experimentado como real. El carácter
paradójico de la doctrina de que el conocimiento cambia la realidad resulta
ahora evidente, pues si experimentamos lo real sólo como resultado de la experiencia
del conocimiento, seguramente no será lo real lo que se modifique mediante el
proceso del conocimiento.
Pero hay otro sentido en el que la doctrina inmediatista se
muestra paradójica. Tal como la concibe el inmediatista, el objeto conocido, el
resultado de la experiencia cognoscitiva, es la realidad experimentada
anteriormente transformada de una determinada manera específica. No es,
enfáticamente, una realidad diferente. El objeto conocido es esencialmente la
misma cosa que se experimentó en la etapa inicial del proceso. El propósito
total del conocimiento es simplemente efectuar un cambio específico en la cosa
experimentada. De hecho, puede describirse como un tipo específico de
transformación que tiene lugar en las cosas. La importancia de describir la
realidad como práctica reside en el rechazo a considerar la naturaleza real de
las cosas como algo que se pueda distinguir de nuestras actitudes subjetivas
personales hacia ellas. Y es este mismo rechazo el que asimismo da sentido a la
afirmación de que las cosas son lo que se experimentan como tales, pues se las
experimenta como si estuvieran en relaciones personales y prácticas con
nosotros: como medios, fines, obstáculos, peligros, placeres. En otras
palabras, cuando se experimentan las cosas no hay distinción entre lo meramente
subjetivo y lo objetivo en sí, entre nuestra actitud personal y la cosa experimentada.
En palabras del profesor Dewey, la cosa experimentada es simplemente la
experiencia misma. ¿Cómo, entonces, parece pertinente preguntar: surge esta
distinción entre lo subjetivo y lo objetivo? ¿Es un recurso inútil de puro
intelectualismo? O, por el contrario, ¿no es el propósito mismo de la
experiencia cognoscitiva hacer precisamente esta distinción? ¿No se evoca el
conocimiento con el fin de determinar qué en la experiencia inicial debe
considerarse como objetivo y qué como meramente personal y subjetivo? Y ¿no
incluye y conserva el resultado de la experiencia cognoscitiva, el objeto
conocido, precisamente esa parte del contenido de la experiencia anterior que
se ha determinado como objetiva? Y, por el contrario, ¿no se considera irreal
esa parte de la experiencia anterior que no se conserva en la experiencia
cognoscitiva como característica del objeto conocido? Decir, entonces, que el
objeto conocido es esencialmente lo mismo que la experiencia anterior se vuelve
ininteligible. En efecto, la experiencia anterior no es una cosa en el mismo
sentido que el objeto conocido. Es a la vez más y menos que una cosa; más, en
virtud de aquellos factores subjetivos cuyo descarte es necesario para
convertirla en una cosa; y menos, porque carece de ese complemento de
experiencias relacionadas mediante las cuales la cosa adquiere consistencia
externa e interna. La paradoja del inmediatismo se vuelve así aguda, pues el
aspecto de la experiencia anterior que ha sido determinado como real es
precisamente el que se considera que ha permanecido inalterado a lo largo del
proceso.
Sin embargo, hay un sentido en el que, según me parece, la
realidad puede ser caracterizada como práctica; pero es un sentido casi
directamente opuesto a aquel en el que el profesor Dewey ha empleado la frase.
Mientras que se ha llamado a la realidad práctica porque se concibe que cambia
con cada cambio de nuestra actitud subjetiva hacia ella, ¿no se puede afirmar
con mayor veracidad su carácter práctico sobre la base de su estabilidad a lo
largo de los cambios de nuestras actitudes? Supongamos que las cosas han sido
discriminadas y definidas en referencia a las necesidades prácticas de la vida
humana. Sin embargo, es igualmente cierto que si una cosa tuviera una sola
relación con nuestras necesidades, nunca podría ser discriminada como una
"cosa". Es precisamente porque una cosa se encuentra en tal
diversidad de relaciones con nosotros, y porque al mismo tiempo mantiene cierta
identidad de carácter experimentada en medio de esta diversidad de relaciones,
que se convierte en una "cosa". Su reconocimiento como una cosa marca
la distinción de esta continuidad de carácter de los cambios de relación que
experimenta. Así, la definición de la naturaleza real de una cosa como lo que
es independientemente de nuestras actitudes prácticas hacia ella, no es una
muestra de intelectualismo; es una necesidad vital tanto para la conducta como
para el pensamiento.
Pero para apreciar el verdadero significado de la concepción
inmediatista de la realidad como experiencia actual, debemos recordar la teoría
ontológica contra la cual se la ha propuesto. Se trata, por supuesto, de la
teoría de la realidad sostenida por un idealismo absoluto. Según esta teoría,
la realidad es, en efecto, objeto de conocimiento; pero no de conocimiento en
cuanto está plagado de imperfecciones contingentes, sino de conocimiento en
cuanto tal, es decir, en la medida en que es conocimiento o se ajusta al ideal
eterno de lo que el conocimiento debe y debe ser. O, también, es objeto de
conocimiento absoluto, el contenido de una experiencia única y global en la que
cada elemento es lo que es en razón de su relación con todos los demás
elementos y de su determinación por ellos. Es un sistema perfecto, ninguna
parte del cual puede considerarse abstractamente sin falsación. Además, no
abarca simplemente las relaciones entre estados contemporáneos, sino entre
acontecimientos sucesivos. Los procesos del cosmos constituyen una evolución,
cada etapa de la cual es un aspecto esencial del sistema de la realidad. Así
como el organismo humano puede ser entendido como un conjunto de tejidos y
órganos que pertenecen al hombre en una etapa de su desarrollo, sino como el
proceso vital entero desde el principio hasta el fin de la existencia
individual, así también la realidad se entiende como algo que no se limita a un
solo segmento de la evolución, sino que abarca el universo a través de todas
sus transformaciones. Es en este sentido que se la describe como eterna. El
cambio, en efecto, es real, pero no es la realidad la que cambia, pues la
realidad es precisamente aquello que incluye todos los cambios dentro de sí.
Por consiguiente, cuando se aplica a cualquier cosa o evento particular, la
realidad significa su naturaleza como un elemento del sistema infinito, y como
determinada, por lo tanto, por su relación con todas las demás cosas o eventos.
El individuo real es el individuo infinitamente determinado, determinado,
además, no simplemente para el pensamiento de cualquier conciencia
investigadora particular, sino para el pensamiento absoluto que es la norma a
la que toda investigación racional se somete para su juicio final.
En la crítica de esta teoría, el pragmatismo sostiene que
tal concepción de la realidad y la verdad debe permanecer absolutamente
inoperante como criterio para evaluar las realidades y verdades de la
experiencia real. Ningún juicio real sobre la naturaleza real de algo jamás fue
ni será considerado verdadero o falso por comparación con el estándar de un
conocimiento absolutamente completo. Para los propósitos del pensamiento real,
la naturaleza real de cualquier individuo nunca puede significar lo que es tal
como está determinada por sus relaciones con todas las demás cosas en el
universo. Porque extender de esa manera el significado de
"mente-individuo" es privarlo de todo significado; así como la
extensión similar de la idea de "causa" lo priva de significado. Y si
el idealista absoluto sostiene que las realidades y verdades del pensamiento
humano no deben ser juzgadas por el filósofo como reales o irreales, verdaderas
o falsas, sino como representantes de grados de realidad y verdad; La respuesta
es que la mente absoluta con su realidad y verdad está separada por una brecha
infinita del pensamiento humano, y que la primera no puede ser una medida de
grados en el segundo, así como una línea recta infinita no puede ser una medida
de las longitudes de líneas rectas finitas.
En resumen, desde el punto de vista instrumentalista, la
realidad y la verdad, tal como las define el idealismo absoluto, son meras
concepciones limitantes y, al igual que las concepciones limitantes de las
matemáticas y la mecánica, deben ser criticadas tanto por mostrar
contradicciones irreconciliables como por no representar los hechos concretos
de la experiencia real. Pero esto no significa afirmar que, cuando se reconocen
sus limitaciones, no sean instrumentos efectivos de análisis. Tomemos el caso
de la polea, por ejemplo. Tal como la mecánica define una polea, la cuerda debe
ser perfectamente flexible y la rueda sobre la que gira, perfectamente sin
fricción. Sólo cuando se cumplen estas condiciones, tenemos, desde el punto de
vista de la ciencia pura, una polea real. Supongamos que un mecánico pragmático
respondiera: "No es así. Las cuerdas flexibles y las ruedas sin fricción
de la mecánica pura son meras abstracciones. Si quieres entender lo que es
realmente una polea, observa las cuerdas y las ruedas que los hombres usan en
la vida real: son poleas reales". A tal crítica de las definiciones de la
mecánica pura, la respuesta es obvia: Las definiciones de la mecánica son, en
efecto, el resultado de un estudio de las cuerdas y ruedas de la vida cotidiana,
y, si son abstracciones, es porque tales abstracciones son una necesidad
práctica y deben su justificación a su necesidad. Además, sólo considerando las
cuerdas y ruedas reales como si fueran perfectamente flexibles y sin fricción
se puede aplicarles el principio de la polea. Es cierto que tal procedimiento
implica un error que puede ser tolerado, pero sólo se tolera el error que no es
despreciable, y se tolera, además, en términos tan ideales y esquemáticos como
la polea perfecta; y cuando todo está dicho y hecho, siempre queda un error sin
eliminar, cuya corrección exigiría un análisis infinito. Lo que el
instrumentalista señalaría como significativo es precisamente este factor
siempre presente del error despreciable. El grado exacto de error que es despreciable
en un caso dado siempre está determinado por el propósito para el que se hace
el cálculo. El que la estructura real de cuerdas, ruedas y pesos sea o no una
polea real depende de si, para las necesidades de la situación actual, las
cuerdas y las ruedas pueden considerarse perfectamente flexibles y sin
fricción. En resumen, la disputa sobre si la polea de la mecánica abstracta o
la estructura de cuerdas y ruedas que saca el cubo de agua del pozo es la polea
real es, después de todo, una diferencia verbal. La primera es real simplemente
por su utilidad práctica en los cálculos; la segunda es una polea real porque,
para el propósito en cuestión, puede considerarse que se ajusta a las
condiciones definidas por la mecánica.
Desde el punto de vista del instrumentalista, el caso es
similar en lo que respecta a la realidad y la verdad. Se puede admitir que,
considerado de manera abstracta, encontramos un caso puro de realidad sólo en
lo completamente determinado, el objeto del conocimiento absoluto. ¿Diremos
entonces que las cosas de la experiencia humana son meramente fenomenales, en
el sentido de que las conocemos sólo parcialmente determinadas, o incluso
porque es evidente que, si las conociéramos como completamente determinadas, se
transformarían hasta quedar irreconocibles? ¿Diremos que todos los juicios
humanos son esencialmente falsos, porque su corrección implicaría un proceso
infinito de pensamiento? Seguramente no. Sin embargo, no estamos obligados por
ello a decir con el inmediatista que la realidad es sólo nuestra experiencia
inmediata no analizada, y que la naturaleza real de los ruidos, las líneas y
los acontecimientos no es otra que la que hemos experimentado realmente. En
efecto, la suposición de que una cosa dada posee realmente el carácter que le
atribuimos implica no sólo que (como ya hemos señalado) ha superado la prueba
de la investigación, sino también que se puede contar con que, de igual modo,
servirá de luz para cualquier investigación futura; es decir, no importa lo que
pueda revelarse sobre la cosa una investigación posterior, lo que sabemos ahora
seguirá siendo parte integrante del conocimiento ampliado de la misma. Esta
suposición, como siempre estamos dispuestos a admitir después de reflexionar,
es errónea; porque somos conscientes de que la ampliación del conocimiento no
se produce por mera adición al acervo existente, sino que implica continuamente
la modificación e incluso la transformación de lo que hasta ahora se ha
aceptado como más seguro y más fundamental. En otras palabras, la falsedad de
la suposición es simplemente la falsedad que se aplica a cualquier abstracción,
sea cual sea, el error de suponer que una explicación parcial de algo puede ser
absolutamente verdadera en la medida en que sea. El hecho es que todo nuestro
conocimiento actual es de este tipo: una sinécdoque eterna en la que lo
abstracto se hace pasar por lo concreto. Los términos mismos en que se expresan
nuestros juicios más ciertos son en sí mismos sólo relativamente determinados.
Pero observemos que, así como sólo exigimos en la cuerda de nuestra polea el
grado de flexibilidad que satisfaga los requisitos de nuestro propósito, sólo
un cierto grado de determinación es relevante para los fines de la acción o del
pensamiento. Un cierto grado de indeterminación es insignificante y, como en el
caso de la polea, el grado de indeterminación depende del propósito específico
de la aplicación.
De este modo, los instrumentalistas podemos encontrar una
nueva interpretación para la definición de la realidad que da el idealismo
absoluto. Puede tomarse legítimamente como una descripción de un «caso puro» o
límite ideal, análogo a las fórmulas fundamentales de las ciencias matemáticas.
Tiene la misma ventaja que esas fórmulas, es decir, la de ser un instrumento
eficaz para el análisis de la experiencia, y tiene también los mismos defectos.
Sin embargo, cuando se la exalta hasta convertirla en un primer principio
metafísico, se sigue un resultado análogo al que encontramos al proceder de la
exaltación similar de las definiciones primarias de la mecánica, es decir, un
absolutismo dogmático tan estéril cuando se aplica a las cuestiones concretas
de la vida humana como podría serlo cualquier materialismo. Nuestras
investigaciones reales sobre la naturaleza real de algo nunca apuntan a la
descripción de esta naturaleza en su totalidad infinita. Por el contrario,
siempre se emprenden desde algún punto de vista definido y se llevan a cabo con
referencia a algún interés práctico o teórico específico; y es este interés el
que proporciona un criterio para el éxito de la investigación. Pero dentro de
estos límites se puede decir que la investigación ha tenido éxito, cuando la
descripción que proporciona de la naturaleza real de la cosa puede considerarse
como completamente determinada; cuando, es decir, su indeterminación es
insignificante con referencia al propósito para el cual se ha llevado a cabo la
investigación.
Así, desde el punto de vista instrumentalista, tanto el
idealismo absoluto como el inmediatismo han cometido el error de no reconocer
que una definición general de la realidad sólo puede darse en términos
funcionales. La afirmación del inmediatismo de que la realidad cambia, y cambia
en virtud del proceso de conocimiento, es ciertamente válida si con ella se
quiere decir que el contenido específico al que se atribuye la característica
"real" cambia de una situación a otra, o de una etapa a otra del
progreso científico. Pero, sin embargo, es falso que, desde el punto de vista
de cualquier investigación completada, la realidad concreta de ese punto de
vista pueda considerarse como transformada en el proceso de investigación que
acaba de terminar; porque, como se ha señalado, realidad significa precisamente
ese contenido que se considera inalterado por el proceso.
Permítame añadir una última palabra como comentario sobre la
pretensión de considerar el inmediatismo simplemente como un método, utilizando
como texto la siguiente declaración del profesor Dewey: "Del postulado del
empirismo [inmediato], entonces (o, lo que es lo mismo, de una consideración
general del concepto de experiencia) nada puede deducirse, ni una sola
proposición filosófica... Pero el significado real del principio es el de un
método de análisis filosófico". Ahora bien, en primer lugar, si el método
tiene siquiera algún derecho prima facie a nuestra atención, debe pretender ser
apropiado para el tema al que se va a aplicar, y por lo tanto debe implicar
algo en cuanto al carácter de ese tema. La declaración citada es paralela a la
creencia de Descartes de que ha puesto en duda todo lo que puede dudarse,
mientras que todavía tiene firmemente en sus manos un método para la
elaboración de toda la ciencia. Más bien, es cierto que en la suposición de ese
método está implícita toda una filosofía, aunque sólo sea porque la elección
del método significa la aceptación de un ideal de verdad, un criterio de lo que
se admitirá en los resultados. Puede decirse que el inmediatista, por su parte,
está dispuesto a aceptar cualquier cosa que la experiencia sea o contenga.
Pero, aun así, Descartes está dispuesto a aceptar cualquier cosa que pueda
demostrarse a partir de principios primeros evidentes por sí mismos. La
concepción misma de la experiencia inmediata, o de la experiencia como
inmediata, implica que se da un cuerpo de datos inequívocos que pueden
descubrirse por inspección, es decir, que son anteriores a toda interpretación
y, por lo tanto, forman una base incuestionable para toda interpretación. Sin
embargo, bien puede cuestionarse si esta noción de lo "dado" no es
simplemente otra concepción limitante, como la polea, nuevamente, o la
"realidad" misma, nunca ejemplificada con precisión en ningún
contenido definible, aunque se admita que es un instrumento sumamente útil para
el análisis de todo tipo de experiencias.
GRACE A. DE LAGUNA. BRYN MAWR, PENNA.
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a. Portada "The Practical Character of Reality" // "EL CARÁCTER PRÁCTICO DE LA REALIDAD " (1909)
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Titulo: "The Practical Character of Reality" // "EL CARÁCTER PRÁCTICO DE LA REALIDAD "
Autor: Grace A. De Laguna
Fuente: The Philosophical Review , Jul., 1909, Vol. 18, No. 4 (Jul., 1909), pp. 396-415 Published by: Duke University Press on behalf of Philosophical Review
Año: 1909
Idioma: Inglés
OBRA ORIGINAL
Tips: En la sección “Buscar en el grupo” coloca el título del libro, autor o año y descargalo de manera gratuita, en el grupo se encuentra solo en inglés, ¡OJO! en esta publicación lo puedes disfrutar en español (Ya que es una traducción del original). Queremos agradecer a todos los lectores por el apoyo pero en especial a la Mtra. Amy R. Epstein quién es Profesora de la University of North Texas agradecemos en demasía puesto que fue ella quien nos compartió el acceso a este valioso artículo. Atentamente todos los que hacemos posible Watson el Psicólogo (@JBWatsonvive) (Herrera, A. & Borges, A.)
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