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"EL ELEMENTO PSICOLÓGICO" (1915) Grace Mead Andrus De Laguna

Para la mayoría de los psicólogos, el hecho de que la psicología haya alcanzado el rango de ciencia equivale a que esté libre de todo vestigio de teoría epistemológica. Y por parte de los filósofos, esta creencia ha sido recíproca. Como epistemólogo, uno no tiene que preocuparse por las doctrinas psicológicas. Uno puede aceptarlas todas -en la medida en que sean psicología ortodoxa- sin que su idealismo o su realismo se vean afectados en lo más mínimo, pues las cuestiones son completamente distintas.

Ahora bien, sin duda el especialista del laboratorio psicológico no se preocupa por el alcance epistemológico de la teoría de los elementos, pero el teórico psicológico, a diferencia del simple experimentador -el Newton o el Galileo de la ciencia psicológica-, seguramente sí. Y, por otra parte, si uno acepta su epistemología con E mayúscula y se fortalece con una "referencia objetiva", puede darse el lujo de dar la espalda a la psicología y a todas sus obras. Pero para aquellos de nosotros -y somos muchos- que hemos llegado a sentir que "epistemología" es una mala palabra y que "referencia objetiva" no es mejor que un principio vital, las concepciones teóricas de la psicología son de profundo interés. ¿Cómo concibe el psicólogo el "proceso consciente" cuando prescinde de la metáfora, y cuál es su relación con el objeto de la cognición? Cuando uno hace introspección y presta atención a un proceso complejo como una percepción, ¿qué está haciendo exactamente y en qué se diferencia de su observación del objeto percibido? La verdad es que, a mi parecer, si aceptamos lo que el psicólogo parece querer decir -aunque no siempre esté de acuerdo consigo mismo- nos vemos obligados a abordar de forma absolutamente desesperada los problemas de la cognición. Tal vez sea la conciencia de ello lo que hace que el psicólogo esté tan ansioso por dar la espalda a toda epistemología.

 

Pero el psicólogo no habla en absoluto con una sola voz. Por un lado, encontramos al funcionalista con su afirmación de que la psicología es una continuidad con la lógica; por otro, al conductista, con sus afiliaciones biológicas y su afirmación de que la psicología no se ocupa de los procesos conscientes, sino de la conducta consciente. Tal vez los extremos no estén tan alejados como parecen, sino que tienden a encontrarse. Pero no nos interesan aquí. Nos interesa la escuela ortodoxa de psicólogos analíticos y experimentales, que conciben la psicología como una ciencia de los procesos conscientes. Son ellos los que se adhieren con más fuerza a la doctrina de que la psicología es una cosa y la epistemología otra. La psicología, en su opinión, se ocupa únicamente de lo existencial (en contraposición a lo significativo). Es una ciencia natural, y su tarea es el análisis y la descripción de los procesos de la vida consciente, y las leyes de su orden y sucesión. Se ocupa del conocimiento sólo en la medida en que es un acontecimiento, un proceso temporal que sigue su curso como parte de la vida psíquica de un individuo. El psicólogo no tiene nada que ver con su validez, ni siquiera con ella como conocimiento de algo. La cuestión de su validez es una cuestión lógica; la cuestión de cómo el proceso temporal constituye un conocimiento de un hecho objetivo es epistemológica: una cuestión de sentido y no de existencia.

 

Pero si la psicología se ocupa únicamente de lo existencial, ¿cuáles son las existencias que estudia? No son -la respuesta llega rápidamente- existencias en el sentido de entidades sustanciales. El psicólogo no está comprometido con el supuesto de un conjunto de cosas mentales que podemos observar mediante un "sentido interno" y que se conciben como más o menos análogas a las cosas materiales. Él, como el resto de nosotros, cree que se ha sacudido completamente el polvo del representacionismo de los pies. Pero si lo presionamos para que dé una respuesta positiva a la pregunta, se refugia en la afirmación de que los procesos conscientes que estudia son sólo abstracciones de nuestra experiencia concreta común, abstracciones desde un punto de vista particular, al igual que "átomo" y "organismo" son abstracciones similares obtenidas desde diferentes puntos de vista. O bien puede decir, como lo hace Wundt, por ejemplo, que el tema de la psicología es el contenido total de la experiencia en su carácter inmediato, mientras que la ciencia natural se ocupa de la experiencia como mediata (1). Y, sin embargo, el psicólogo es capaz, como el resto de nosotros, de discutir seriamente el problema del paralelismo psicofísico; Como si pudiera ser un problema real si lo psíquico no se concibe como un orden de ser opuesto a lo físico. Incluso cuando el psicólogo se niega, como es común en los últimos tiempos, a discutir el paralelismo (excepto quizás como una "hipótesis de trabajo"), su negativa se basa en el argumento de que el problema pertenece a la metafísica, y no en el argumento de que desde su propio punto de vista lo encuentra esencialmente sin sentido, un mero callejón sin salida en el desarrollo del pensamiento reflexivo. No se puede tener ciencia sólida y mala metafísica; porque incluso si el científico le da la espalda a la metafísica, está obligado a sentir su influencia, al igual que la gente respetable que segrega sus barrios bajos se ve afectada por ellos. En el caso del paralelismo, sucede también que el problema se engendró en el surgimiento de la propia psicología moderna, y seguirá siendo un problema hasta que el desarrollo de las concepciones psicológicas haya expuesto su esterilidad.

 

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1.- “Esquemas de psicología”, transcripción de C. H. Judd, cap. I

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Pero volviendo a nuestra pregunta más de cerca: ¿cómo concibe el psicólogo sus existentes, sus procesos conscientes? Podemos descubrirlo mejor si contrastamos su visión con la de sus antecesores, los empiristas ingleses. Los empiristas trataban francamente las ideas (para utilizar el término en el sentido Lockeiano) como entidades, una especie de "cosa" psíquica, además, como resultado quizá de esta manera de verlas, estaban comprometidos con esa confusión desesperanzada de existencia y significado que tan a menudo se ha señalado. “Las ideas de Locke, entonces, y las ideas de James Mill, eran significados, señales de pensamiento, fragmentos de conocimiento; las sensaciones e ideas de la psicología moderna son Erlebnisse (Traducido del Aleman “experiencia, vivencia, acontecimiento o emoción), datos de la experiencia inmediata. Y el cambio de punto de vista trae consigo una segunda diferencia principal entre el sensacionalismo antiguo y el más nuevo. Los significados son estables y pueden discutirse sin referencia al tiempo; de modo que una psicología cuyos elementos son significados es una psicología atomística; los elementos se unen, como bloques de mosaico, para dar formaciones estáticas, o se conectan, como los eslabones de una cadena, para dar series discretas. Pero la experiencia es continua y una función del tiempo; de modo que una psicología cuyos elementos son sensaciones, en el sentido moderno del término, es una psicología de procesos, inocente tanto del mosaico como de la concatenación” (2). La psicología moderna, entonces, sustituye el proceso temporal por la entidad sustantiva.

 

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2. “Psicología experimental del proceso del pensamiento”, E. B. Titchener, págs. 26-27.

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Pero debemos ir más allá. La concepción empirista de las ideas no era perfectamente simple. Siempre fue más o menos confusa, además de sufrir alguna modificación en el desarrollo de la escuela. En primer lugar, las ideas se concebían como entidades de las que la mente es consciente directamente y que manipula, separándolas y uniéndolas para formar nuevas ideas complejas. Esta es, en particular, la forma de pensar de Locke y es la base del representacionismo. En segundo lugar, las ideas se conciben siguiendo la analogía del átomo material. Son capaces de actuar unas sobre otras y unirse bajo la "suave fuerza" de la asociación en grupos. En lugar de ser contenidos de la mente, entidades de las que la mente es consciente, su comportamiento mutuo, o acción recíproca, constituye nuestro conocimiento y elimina la necesidad de una mente o un yo distinto de ellas. Esta concepción se encuentra en Hume, pero no se desarrolla de manera consistente. La tercera concepción de las ideas nunca se formula claramente, pero a veces se sugiere. Por ejemplo, encontramos a Locke escribiendo: “Porque, aunque una idea sea como quiera, no puede ser otra que la que la mente percibe que es; y esa misma percepción la distingue suficientemente de todas las demás ideas, que no pueden ser otras, es decir, diferentes, sin ser percibidas como tales” (3). Esta es la doctrina de que el ser de las ideas es su percipi (Empleado del Latín que significa "ser percibido". Es el presente pasivo infinitivo del verbo percipere, que significa "percibir"), la doctrina del inmediatismo. Las ideas son exactamente y sólo lo que sentimos que son, lo que es tanto como decir que no son entidades de las que somos conscientes o a las que podemos prestar atención, porque cuando prestamos atención a una cosa vemos más claramente lo que es. Un acto de comparación no es necesario para distinguir una idea. Más aún, un acto de comparación es imposible, porque la relación de diferencia no es algo que se pueda descubrir, es en sí misma un poco de experiencia. Si la idea no se experimenta como diferente, no tiene sentido preguntar si, después de todo, no puede ser realmente diferente. Esta es una visión muy alejada del tratamiento habitual de Locke. Es un ejemplo como el que sin duda el profesor Titchener ha utilizado en mente cuando dice, “es sólo incidentalmente que abandonan el plano del significado por el de la existencia” (4).

 

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3. Ensayo, libro. II, cap. XXIX, pág.5.

4. op. Cit., pág. 25.

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El psicólogo moderno desarrolla esta tercera concepción de la idea. Las sensaciones de las que se ocupa no son sensaciones de, sino sensaciones. Y no son contenidos de los que somos conscientes, sino que son en sí mismas percepciones cualitativamente coloreadas; o, para utilizar una palabra que admite el participio presente, experiencias. "Ahora bien, cuando, teniendo la sensación, digo que siento la sensación, sólo utilizo una expresión tautológica: la sensación no es una cosa, el sentimiento otra; la sensación es el sentimiento... La misma explicación se puede ver fácilmente que se aplica a las Ideas... Tener una idea y [tener] el sentimiento de esa idea, no son dos cosas; son una y la misma cosa" (5).

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5. James Mill, citado (con aprobación) por Titchener, op. cit., p. 52, n.

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Lo que permite a los psicólogos modernos mantener esta visión y ceñirse al plano de la existencia es que tratan la idea como proceso. Mientras la idea sea contenido, hay que recurrir a un acto de aprehensión. Pero la idea como proceso abarca y unifica el acto y el contenido como aspectos de sí misma. Escuchemos una vez más al profesor Titchener. Está criticando a Brentano. "Y aunque no puedo aceptar la distinción entre acto y contenido, creo que la distinción reposa sobre una base verdaderamente psicológica, que la lógica es la lógica de la psicología. Hay, en cierto sentido, una audición, un sentimiento, un pensamiento, que son distinguibles del tono, el placer y el pensamiento. Sólo que la distinción me viene, no como la de acto y contenido, sino como la de un curso temporal y especificidad cualitativa de un proceso único... La forma en que un proceso sigue su curso, es decir, su "acto", es lo que lo constituye en sensación, sentimiento o pensamiento; la cualidad que está así en curso, es decir, su "contenido", es lo que constituye su tono o placer. Los aspectos duracionales y cualitativos de la experiencia mental (uso el término "cualitativo" en el sentido más amplio posible) son discriminables como aspectos, aunque en realidad son inseparables; y la psicología del acto y el contenido hace un buen servicio psicológico si la tomamos para insistir en que la discriminación es esencial para un análisis completo. La psicología experimental, debo admitirlo fácilmente, hasta ahora no ha cumplido con su deber en cuanto a la duración. Sin embargo, tenemos en la idea de "proceso" un instrumento adecuado a su tarea, y eso nos libera de la fatal necesidad de pedir ayuda a la lógica (6)".

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6. Op. cit., págs. 6o-61

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Se podría decir que la esencia del proceso consciente no es sólo percipi, sino percipere (Del Latin que significa “ser percibido". Es el presente pasivo infinitivo del verbo percipere, que significa "percibir"). La distinción, entonces, entre nuestra conciencia y aquello de lo que somos conscientes es una distinción para la que la psicología no tiene cabida; quizá podríamos decir mejor, no tiene cabida el "como tal". Traducidos al lenguaje existencial de la psicología, se presentan como aspectos duracionales y cualitativos de la experiencia mental. "Como tal", la distinción nos transporta de inmediato al plano del significado. Por ejemplo, veo la página que tengo delante y soy consciente de las palabras impresas. Pero como psicólogo experimental no debo hablar en esos términos. Mi conciencia de la página, descrita en términos existenciales, es un complejo de sensaciones de luminosidad, junto con las sensaciones de tensión debidas a los músculos de los ojos y la cabeza, etc. Son estas "sensaciones" las que constituyen mi conciencia de la página impresa. Así pues, puedo pensar que la supuesta teoría de la degeneración propuesta por los franceses es una difamación burda contra un pueblo noble; Pero así es como se llama mi pensamiento, como la canción del Caballero Blanco, lo que en realidad es una imagen cinestésica (o un complejo de sensaciones) de la palabra "degeneración" y una imagen fugaz de carteles en las calles de París. Pero la imagen fugaz de los carteles es, una vez más, es sólo el "nombre" del proceso. La imagen es en realidad una imagen de memoria de manchas blancas contra un fondo oscuro, etc., etc.

 

La pregunta que inevitablemente se nos ocurre, por supuesto, es cómo todas estas "sensaciones" transitorias con sus especificidades cualitativas pueden constituir mi conciencia de la página impresa o mi pensamiento sobre los franceses. Esta es la pregunta que el psicólogo suele ignorar, dejándola en manos del pobre epistemólogo (7). A veces explica, como el Caballero Blanco podría haber hecho con Alicia, que es la misma canción, la misma experiencia concreta que describen el epistemólogo y el psicólogo. La distinción está sólo en el punto de vista y los términos descriptivos aplicados, y mientras no se confundan los términos, no hay dificultad. Sin embargo, con más frecuencia ofrece un tipo de explicación completamente diferente, a saber, que el significado debe interpretarse en términos de función; una visión que se considerará más adelante.

 

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7. "De hecho, los asociacionistas se ocupaban, en principio, de significados lógicos; no de sensaciones, sino de sensaciones-de; no de ideas, sino de ideas-de; sólo incidentalmente abandonan el plano del significado para pasar al plano de la existencia. Los experimentalistas, por otra parte, pretenden describir los contenidos de la conciencia no como significan sino como son... No digo, por supuesto, que la psicología experimental ignore el significado; en la medida en que el significado es una fase o aspecto de los contenidos conscientes, se lo tiene en cuenta; pero se lo tiene en cuenta Sub especie aeternitatis" (Traducido del Latín "bajo el aspecto de la eternidad" es, desde Baruch Spinoza en adelante, una expresión honorífica que denota lo que se considera universal y eternamente verdadero, sin ninguna referencia o dependencia de las facetas temporales de la realidad . La frase latina se puede traducir al español como "desde la perspectiva de lo eterno". De manera más vaga, se usa comúnmente para referirse a un punto de vista objetivo (o una alternativa teóricamente posible). La perspectiva "eterna" de Spinoza se refleja en su Ética (Parte V, Prop. XXIII, Escolio), donde aplica el método de Euclides (con el uso de la geometría) a la investigación filosófica, comenzando con Dios y la naturaleza, antes de pasar a las emociones y el intelecto humanos para llegar a una comprensión de la filosofía moral. Al proceder sub specie aeternitatis, Spinoza buscó llegar a una teoría ética que fuera tan precisa como los Elementos de Euclides). Titchener, op. cit., págs. 25-26.

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En lugar de plantear la cuestión del significado o de la referencia, preguntemos cómo se descubren y analizan los procesos mismos. ¿Cómo, en particular, se descubre la sensación elemental? La pregunta es urgente debido a la afirmación del psicólogo de que la sensación no es un elemento conativo. Tener una sensación y ser consciente de la sensación son la misma cosa. "La forma en que un proceso sigue su curso, ése es su acto. La cualidad que está en ese proceso... ése es su 'contenido'". Pero si tener la sensación es ser consciente de ella, parecería que no necesita descubrimiento, y que la introspección se lleva a cabo en cada momento de nuestra vida consciente. Pero, después de todo, tal vez no sea del todo exacto decir que tener una sensación y ser consciente de la sensación son la misma cosa. La cualidad en el proceso es el contenido. Digamos entonces que tener una sensación, por ejemplo 'frío', es sentir o ser consciente del frío. No hay ninguna dificultad en ser consciente del frío y en prestarle atención. Pero ¿Es el frío que sentimos en sí mismo el proceso consciente? No, eso tampoco es del todo cierto. Se trata sólo de un aspecto del proceso consciente, el lado del contenido. También está el «acto» (de la conciencia), que es «la forma en que el proceso sigue su curso». Ahora bien, no tengo intención de entrar en discusiones, pero esto sin duda no está nada claro. ¿Se refiere esto a los cambios constantes en la cualidad, y son estos cambios en el «frío» lo que se entiende por el «paso» de la cualidad? Por supuesto, podemos observar estos cambios, pero entonces caerían del lado del contenido. Pero, después de todo, esto es insistir en el tema. Si podemos prestar atención, y prestamos atención, en la introspección, a los procesos conscientes, y no a las «cosas» y sus cualidades y relaciones, entonces estos procesos son contenidos y no procesos cuyo esse es percipi y percipere; no procesos que exhiben «acto» y «contenido» como aspectos de sí mismos. Y el psicólogo sostiene que la introspección es una observación de procesos y no de cosas. "Es natural y habitual pensar no en los procesos mentales, sino en las cosas y los acontecimientos que nos rodean, mientras que, según creo, es absolutamente necesario deshacerse de las cosas y pensar sólo en los procesos mentales, si queremos tener una ciencia de la psicología (8)". De manera similar, se sostiene generalmente (James es una notable excepción) que en el análisis psicológico lo que analizamos no son las "cosas" a las que puede referirse el complejo psíquico, sino el complejo en sí. Pero si esto es así, entonces se acepta francamente el complejo psíquico como contenido, y se abandona tácitamente la concepción de éste como "proceso", que, como se recordará, debía liberar a la psicología "de la fatal necesidad de pedir ayuda a la lógica".

 

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8. Titchener, op. cit., pág. 146.

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¿Se objeta que esto no es justo, que los psicólogos aceptan abiertamente la idea como contenido desde el principio y que precisamente por esa razón está abierta a la observación introspectiva, pero que también es al mismo tiempo un acto en virtud de su carácter de proceso y por esa razón es completamente diferente de las entidades sustanciales del empirista? Si se hace esta objeción, la respuesta es que si la idea es contenido y observable sólo mediante un tipo especial de observación llamada introspección, no es en absoluto mejor que el híbrido atomista de existencia y significado del viejo empirista y conduce inevitablemente al mismo atolladero epistemológico. O si, como puede decirse, la introspección no es un tipo especial de observación diferente en su naturaleza de la observación de las cosas del sentido común y de las ciencias naturales, sino que se distingue sólo por su objeto peculiar, es decir, los procesos conscientes, entonces el caso es igualmente malo y estamos condenados al mismo dualismo desesperanzado de pensamientos y cosas. Por otra parte, si la idea es acto, no está abierta a la observación, a menos que invoquemos un yo fuera de la corriente de procesos conscientes. Pero ¿no puede un proceso, que es en sí mismo "acto" y "contenido", ser en su totalidad el "contenido" de otro proceso, observable por el lado "acto" del proceso posterior? En respuesta, diría que la identidad del primer proceso con el "contenido" del segundo no es una identidad de existencia sino de significado. Si intento recordar mi experiencia de hace un momento, recuerdo el qué de la experiencia, su "contenido" y no su "acto". Un pasaje de William James es relevante aquí. "El destino del pensamiento es que, en general, nuestras primeras ideas sean reemplazadas por otras posteriores, que den explicaciones más completas de las mismas realidades. Pero, no obstante, las ideas anteriores y posteriores conservan sus propias entidades sustantivas como otros tantos estados sucesivos de la mente. Creer lo contrario haría imposible cualquier ciencia definida de la psicología. La única identidad que puede encontrarse entre nuestras ideas sucesivas es su similitud de función cognitiva o representativa, ya que tratan de los mismos objetivos. No hay identidad de existencia (9)".

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9. Principios de psicología, vol. I, págs. 174-175.

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Si nos detenemos ahora y nos preguntamos hasta qué punto la psicología moderna, con su concepción de las ideas como procesos conscientes, ha trascendido, después de todo, la concepción empirista de ellas como entidades sustantivas, la respuesta debe ser que el avance es más aparente que real. No ha logrado llevar a cabo de manera consistente su programa de tratar la vida consciente en términos puramente existenciales y completamente libre de enredos epistemológicos. En particular, hemos descubierto que ha abandonado tácitamente la concepción salvadora del proceso o acontecimiento puramente existencial, cuyo esse es percipi y percipere, y ha recurrido a la concepción, heredada de los empiristas ingleses, de la idea como contenido, como aquello de lo que somos conscientes, abandonando así el plano de la existencia para pasar al del significado.

 

Que este resultado era de esperar se hace patente si se examina la concepción de proceso que emplean los psicólogos modernos. Tal como se utiliza, se supone que la concepción de la idea como proceso nos libera de la necesidad de concebir la idea como cosa. Ahora bien, «proceso», en la aplicación ordinaria del término, denota un cambio continuo o una serie de cambios que tienen lugar en algo o en las cosas, o en sus relaciones. Sin embargo, tal como se aplica en psicología, el cambio se hipostasia y el proceso se concibe como un mero acontecimiento o suceso. Es cierto que se trata de un paso radical y que podríamos mirar con justa sospecha. ¿Qué hay en la naturaleza de la idea que justifique tal procedimiento? La única característica, hasta donde yo sé, que señalan los psicólogos es la variabilidad de los contenidos mentales. «El psicólogo experimental se ocupa de existencias, no de significados; y sus elementos son procesos cuyo curso temporal es de su propia naturaleza, y no sustancias sólidas y resistentes al paso del tiempo» (10). «Las ideas en sí mismas no son objetos, como se supone que lo son por confusión con sus objetos, sino que son acontecimientos, Ereignisse, que crecen y decaen y durante su breve transcurso están en constante cambio» (11). Pero esta característica del cambio, así señalada para distinguir las ideas de las cosas, es, en todo caso, una prueba de que son cosas como las del sentido común y de la ciencia. Porque sólo una metafísica racionalista tiene necesidad de sustancias inmutables. Además, caracterizar la idea como proceso porque está en constante cambio es una absoluta confusión. Un proceso en sí mismo, aunque es cambio, no necesariamente sufre cambios.

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10. Titchener, op. cit., p. 34; cursiva mía.

11. Wundt, Phil. Studien, VI, p. 389. Citado por Titchener con este comentario: "Ahora me atrevo a decir que usted ha oído o leído docenas de declaraciones en este sentido". Op. cit., p. 27.

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El motivo para concebir la idea como proceso parece ser en parte el de distinguirla de la idea como significado. «Los significados son estables», dice el profesor Titchener, «mientras que la experiencia es continua y una función del tiempo». Ahora bien, por supuesto, si se piensa en términos de existencias psíquicas, hay que distinguirlas de los significados. Pienso en la evolución, pero la evolución en la que pienso no es una existencia psíquica inmediatamente presente en mi conciencia. Sin embargo, se afirma que mi pensamiento sobre la evolución se describe psicológicamente como la experiencia inmediata de ciertos procesos mentales. Ahora bien, si estos procesos no son en sí mismos entidades de las que somos conscientes, sino procesos que encierran en sí mismos conciencia y contenido, no están abiertos a la introspección como existencias sujetas al crecimiento y la decadencia. Por otra parte, si están abiertos a la introspección como algo distinto de las cosas y relaciones del sentido común y de la ciencia, son entidades tan verdaderas como las ideas atómicas de los empiristas, y conducen a todas las dificultades del representacionalismo.

 

Nuestro próximo objetivo será el intento de demostrar que la psicología también emplea la concepción alternativa de la idea que se encuentra en el empirismo clásico y que se le atribuyó a Hume a modo de ilustración. Se trata de la concepción de la idea como una entidad capaz de comportamiento, como un ser de capacidades o potencialidades. El primer empleo notable de esta concepción de la idea fue realizado por Berkeley en su teoría de las ideas generales. Consistía en que la generalidad de una idea no es una cuestión de lo que es, sino de lo que hace; no es una cuestión de estructura, sino de función. En sí mismas, como existentes, las ideas generales, como todas las demás, son particulares y concretas; su generalidad se debe al hecho de que tienen la capacidad de evocar un gran número de ideas similares. Ahora bien, esta visión está muy alejada de la doctrina de que el ser de las ideas es percipi. Si son capaces de comportamiento, de realizar una función, debe haber mucho más en ellas que su percipi superficial. Son, en efecto, cosas reales, cuyas propiedades sólo se pueden descubrir mediante la observación de su comportamiento en condiciones variables. De nuevo, nuestra percepción, pensamiento y conocimiento, en lugar de consistir simplemente en la experiencia inmediata de ideas, es decir, en la co-presencia de elementos en o para la conciencia, están constituidos por el funcionamiento de estas entidades elementales.

Esta es una visión familiar, y aceptada implícitamente en ocasiones por casi todos los escritores sobre el tema que he leído. Pero es realmente una concepción imposible de aplicar de manera consistente, una vez que se comprenden sus implicaciones. Supongamos que adoptamos esta concepción de las ideas. Deben ser entonces entidades sustanciales reales, bastante comparables a las cosas físicas, pero contrastadas con ellas como psíquicas. ¿Cómo se las puede descubrir? Si están abiertas a la observación, entonces debe ser mediante algún tipo de "sentido interno". Pero tal vez no estén abiertas a la observación directa, sino que simplemente se supone que existen. Pero ¿sobre qué posibles bases? Es cierto que a menudo suponemos que existen entidades que no están abiertas a la observación directa, pero siempre se las concibe de la manera en que estamos familiarizados. Así, el prototipo del átomo es una bola de billar idealizada; y si los físicos y los químicos se han visto obligados a atribuir al átomo propiedades completamente ajenas a cualquier bola de billar conocida, después de todo, se las concibe como análogas a las propiedades de otros objetos conocidos. Pero ¿dónde buscaremos un prototipo para nuestro hipotético elemento mental? ¿Qué propiedades le atribuiremos para que nos resulte inteligible su modo de constituir nuestras percepciones, recuerdos y pensamientos del mundo? No, la psicología moderna está plenamente justificada en rechazar cualquier empresa de ese tipo. Y, sin embargo, esta concepción, aunque abiertamente repudiada, sigue ensombreciendo el consejo.

 

Tal vez sea una exageración decir que se la repudia abiertamente. Al menos es cierto que, en las discusiones sobre el significado, todo un grupo de escritores hace uso de esta concepción abiertamente. Me refiero a la afirmación de que el significado no puede tratarse en términos de estructura, sino que debe interpretarse en términos de función. Esta puede llamarse, de hecho, la visión ortodoxa, desde que Bradley la expuso con tanta fuerza. El profesor Stout, por ejemplo, escribe desde este punto de vista en su tratamiento de la distinción entre la experiencia noética y la anoética y la relación de una con la otra. "Las representaciones", dice, "se convierten en percepciones, ideas y concepciones, sólo en la medida en que cumplen la función de hacer que el pensamiento sea discriminativo" (12). William James define la concepción como "la función mediante la cual identificamos así un tema de discurso numéricamente distinto y permanente". Y añade: "No denota propiamente ni el estado mental ni lo que el estado mental significa, sino la relación entre ambos, es decir, la función del estado mental al significar precisamente esa cosa particular. Es evidente que un mismo estado mental puede ser el vehículo de muchas concepciones, puede significar una cosa particular y mucho más" (13). Y finalmente el propio profesor Titchener, escribiendo como exponente del experimentalismo, dice: "Es, por ejemplo, axiomático para el experimentalista que una sensación no puede funcionar sola; al menos dos sensaciones deben unirse para que haya un significado; el elemento único no puede hacer nada más que continuar; en lo que respecta a la cognición o la función, sentire semper idem, et non sentire, ad -idem recidun" (14).

 

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12. Psicología analítica, vol. I, pág. 47.

13. Principios de Psicología., vol. I, pág. 461.

14. Op. cit., Notas de la conferencia I, pág. 215.

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Pero el problema del sentido es un problema muy especial y, como ya hemos visto, se supone que nos transporta inmediatamente del dominio de la psicología al de la lógica. Se puede afirmar que el psicólogo sólo se ve arrastrado a esta manera de pensar y necesita elementos capaces de funcionar cuando se deja enredar en consideraciones lógicas.

 

En primer lugar, mi desacuerdo se centra precisamente en esta actitud: en la suposición de que el psicólogo puede vivir para sí mismo de esta manera, dejando al resto del mundo los problemas insolubles creados por sus propias presuposiciones. El problema del significado es un problema real; y si tratamos las presuposiciones del psicólogo con cierta seriedad, es un problema perfectamente insoluble, seamos psicólogos, lógicos o meros investigadores.

 

En segundo lugar, si el psicólogo no está justificado en su intento de describir los fenómenos de la vida mental sin tener en cuenta el significado -si la existencia y el significado no se pueden cortar con la espada de Salomón- entonces deberíamos esperar encontrar al psicólogo en dificultades teóricas dentro de su propio campo. Ya he tratado de señalar algunas de estas dificultades, y será fácil descubrir, creo, que la concepción de los procesos mentales como entidades capaces de interacción no se limita a las doctrinas que surgen de una confusión entre lógica y psicología, sino que impregna toda la teorización psicológica.

 

La distinción entre psicología estructural y funcional depende, para su importancia, de la suposición implícita de esta concepción. La distinción, por supuesto, se toma prestada de la ciencia biológica y se lleva a cabo por analogía con las estructuras y funciones del organismo biológico. Percibir, juzgar, querer, sentir: éstas son funciones; mientras que los complejos psíquicos involucrados en estos actos son las estructuras, comparables a los órganos del cuerpo. Pero las estructuras del cuerpo se estudian porque nos permiten comprender cómo se realizan las funciones; y las unidades de organización estructural se determinan con referencia a diferenciaciones funcionales. Ahora bien, si hay alguna pertinencia en tratar los complejos psíquicos como estructuras, es sólo porque se supone que pueden explicar de alguna manera cómo se produce el funcionamiento. Y si el elemento mismo, como afirma el profesor Titchener, no es, como los constituyentes moleculares de la célula, un elemento funcional sino estructural, puesto que sólo los complejos son funcionales, aun así se puede suponer que constituye un elemento en estos complejos sólo si se lo concibe, como los constituyentes moleculares de la célula, como capaz de reaccionar sobre otros elementos.

 

Por supuesto, todo esto es una mera analogía, pero el psicólogo trata la analogía muy en serio, y es difícil evitar la conclusión de que lo que quiere decir es que los seres psíquicos realmente cumplen funciones. Si los psicólogos dejaran de lado las metáforas y las analogías y dijeran exactamente lo que quieren decir, creo que se produciría una maravillosa limpieza del ambiente. Si uno lee unos cuantos capítulos de casi cualquier psicólogo, desde Wundt hasta Boris Sidis, con los ojos abiertos a las metáforas y las analogías, el resultado es asombroso. Y las metáforas no son meramente literarias, sino que con demasiada frecuencia forman la médula y el tejido mismo del argumento, especialmente en los puntos críticos. Creo que es el resultado inevitable, o el síntoma superficial, de una confusión teórica profundamente arraigada: confusión en la concepción de la naturaleza del objeto de estudio de la psicología misma.

 

Probablemente no haya doctrina más característica de la psicología actual que la doctrina de que la sensación es una abstracción, una construcción hipotética, que el psicólogo asume para explicar las complejas estructuras de la vida consciente. No está del todo claro cuánto y qué se pretende transmitir con esto. Si es una abstracción, se supondría que no está abierta a la observación directa, sino que su existencia y propiedades se infieren de las características y los cambios que experimentan los complejos que se supone que la contienen, de forma muy similar a como se infiere la existencia y las propiedades del átomo químico. Pero esta suposición es obviamente insostenible a menos que se adopte abiertamente la opinión objetable que estamos discutiendo. Además, si preguntamos sobre qué bases se supone que la sensación es un elemento, la respuesta es que se encuentra como resultado del análisis introspectivo. Nunca se experimenta de forma aislada, siempre se produce junto con otras sensaciones, sino que se aísla artificialmente mediante un acto de atención. ¿Está entonces abierta a la introspección directa, después de todo? Aparentemente no; En efecto, lo que obtenemos de este análisis no es el artículo de Simon-Pure, sino, en palabras del profesor James Angell, "representantes simbólicos de los componentes de la experiencia real... pero no los prototipos mismos" (15). Pero ¿por qué suponer que estos resfriados, rojos y presiones realmente observados son representantes simbólicos de prototipos no observables? ¿Por qué deberíamos asumir que estos prototipos son componentes de la experiencia real, a menos que esperemos explicar mediante ellos las características y los cambios en nuestras propias experiencias reales?

 

Pero queda una cuestión más profunda: ¿por qué suponer que nuestras experiencias reales (las imágenes y los sonidos de la vida cotidiana) son complejos psíquicos? Es cierto que los cuadros de la pared son complicadas combinaciones de manchas de color, y las voces y los sonidos de la calle son combinaciones de muchos tonos y ruidos; pero, a menos que estemos dispuestos a decir con Wundt que "la idea de un cuerpo externo, por ejemplo, está formada por ideas parciales de sus partes" (16), es muy distinto decir que nuestra conciencia de estos fenómenos de un momento a otro es también un complejo. Si existen complejos psíquicos, deben estar compuestos de elementos, y estos elementos deben ser cosas capaces de formar complejos, es decir, seres concebidos por analogía con entidades físicas. Si la psicología no está dispuesta a adoptar esta concepción, debe renunciar a la pretensión de ser una ciencia natural "que se ocupa del mero curso de los acontecimientos psíquicos como tales... y de las leyes de coexistencia y secuencia entre estos acontecimientos". (Bradley.) Debe dejar de considerarse a sí misma como si tratara con lo existencial haciendo abstracción de todo significado; debe abandonar las categorías "elemento" y "complejo", y encontrar otras fórmulas para expresar los hechos empíricos que ella misma ha descubierto.

 

GRACE A. DE LAGUNA. BRYN MAWR COLLEGE

 

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15. Las relaciones de la psicología estructural y funcional con la lógica. The Decennial Publications of the Univ. of Chicago, 1.ª serie, III, pág. 4.

16. Outlines of Psychology, trad. de C. H. Judd, pág. 29.

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a. Portada "EL ELEMENTO PSICOLÓGICO  // THE PSYCHOLOGICAL ELEMENT" (1915) 

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Titulo: "EL ELEMENTO PSICOLÓGICO  // THE PSYCHOLOGICAL ELEMENT"

Autor: Grace A. De Laguna

Fuente: The Philosophical Review , Jul., 1915, Vol. 24, No. 4 (Jul., 1915), pp. 371-38

Año: 1915

Idioma: Inglés

OBRA ORIGINAL

Tips: En la sección “Buscar en el grupo” coloca el título del libro, autor o año y descargalo de manera gratuita, en el grupo se encuentra solo en inglés, ¡OJO! en esta publicación lo puedes disfrutar en español (Ya que es una traducción del original). Queremos agradecer a todos los lectores por el apoyo pero en especial a la Mtra. Amy R. Epstein quién es Profesora de la University of North Texas agradecemos en demasía puesto que fue ella quien nos compartió el acceso a este valioso artículo. Atentamente todos los que hacemos posible Watson el Psicólogo (@JBWatsonvive) (Herrera, A. & Borges, A.)

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