LOS LÍMITES DE LO FÍSICO (1)
Grace Andrus de Laguna
Es una reflexión habitual que la dicotomía clásica de lo
físico y lo psíquico es el resultado natural de esa visión del universo que
tanto conmovió a la generación de Descartes y que ha aparecido tan grande en el
horizonte de todos los pensadores filosóficos hasta nuestros días: la teoría
mecánica del universo. Esta visión nació del descubrimiento, o más bien del
aislamiento analítico por parte de la ciencia física, de clases de fenómenos de
ocurrencia universal y de la descripción de éstos en términos universales. El
comportamiento del cuerpo que cae, del péndulo que oscila uniformemente, de la
bola elástica que rebota, es el mismo dondequiera que se observe. Y parece que
no hay conjunto de cosas en el mundo, ninguna clase de acontecimientos, ningún
rincón o rincón del universo que esté más allá del largo alcance de la ciencia
física. Todo lo que existe u ocurre en cualquier lugar aparentemente cae dentro
de uno o más de estos "casos" o universales de la ciencia física. No
importa si esta visión del mundo toma la forma de una intrincada danza de
átomos, o de infinitas transformaciones de energía, o de la interacción de
centros de fuerza; Es la misma visión y sus consecuencias son idénticas.
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1.- Este artículo fue leído ante la Asociación Filosófica
Americana en Nueva York, en diciembre de 1916. La escritora aprovecha con gusto
la oportunidad de publicarlo aquí como muestra de su estima por el profesor
Creighton, aunque lamenta que las circunstancias hayan hecho imposible preparar
un artículo especial para este volumen.
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En todo caso, la dureza de la visión debe ser mitigada, y
siempre se ha mitigado, y se mitiga, mediante la representación de lo psíquico
como un reino antitético. El único límite ideal de lo físico siempre se ha
buscado en su supuesto opuesto, lo psíquico. Quienes han aceptado la visión de
un mecanismo universal han trazado junto al universo físico, o detrás de él,
otro universo psíquico para completarlo. Quienes han aborrecido la visión y han
defendido tenazmente hasta el final el pequeño dominio de los seres vivos como
un reino donde las uniformidades físicas se interrumpen, han atribuido la
interrupción a la presencia y el funcionamiento de un ser espiritual, pues
incluso la fuerza vital es un impulso vagamente concebido, subconsciente, pero
continuo con lo consciente.
Entre los pensadores modernos, la mayoría de los cuales,
sobre bases epistemológicas de un tipo u otro, niegan la validez ontológica
última de la distinción, la dicotomía entre lo físico y lo psíquico todavía
persiste a pesar de su estatus modificado. Ninguna teoría epistemológica desde
Locke ha aceptado el dualismo ontológico entre lo físico y lo psíquico. Ningún
pensador cuidadoso de hoy consideraría el dualismo como una posible base para
la investigación epistemológica. Como, entonces, el teórico epistemológico se
ha convencido de que la distinción entre lo físico y lo psíquico no es
ontológicamente última, ha dejado de preocuparle seriamente. Ha estado
demasiado interesado en sus propias preocupaciones como para notar que la
dicotomía todavía persiste, aunque con un estatus modificado. Que persiste lo
demuestra el hecho de que ni los berkleyanos ni los idealistas absolutos ni
siquiera los pragmáticos han logrado evitar o resolver la controversia clásica
entre interaccionismo y paralelismo. Por lo menos, representantes destacados de
las tres escuelas se han expresado sobre las cuestiones de esta controversia en
términos que Descartes podría haber utilizado, y han defendido vigorosamente
una u otra alternativa. No afirmaría que ninguno de estos sistemas filosóficos
sea capaz de ofrecer una reformulación del problema en forma soluble; sólo
señalaría como significativo que ningún intento de hacerlo ha encontrado una
aceptación general, incluso dentro de su propia escuela.
Actualmente nos encontramos en medio de una nueva y amplia
rebelión contra esta persistente antítesis. Pero es digno de notar que la
mayoría de las formulaciones recientes de lo mental o lo psíquico lo han
definido como aquello que no es físico o como una clase especial de lo físico.
En una palabra, todavía estamos empeñados en la vieja empresa de describir lo
mental en su relación con lo físico. El propio planteamiento del problema se
basa en la presunción de que existe alguna conexión sistemática entre las dos
clases de fenómenos. No discutiríamos la relación entre lo físico y lo psíquico
si no supusiéramos que la distinción entre ellos es significativa y fructífera.
Pero ¿está bien fundada esta suposición? ¿Cuál es su génesis y en qué
consideraciones se basa?
Hemos observado que la formulación clásica del dualismo
entre lo físico y lo psíquico era consecuencia de la concepción de las
uniformidades físicas como universales. Como todo el mundo natural se concebía
como un mundo físico, determinado en su totalidad por leyes mecánicas, se hizo
imperativo relacionar lo mental con este mundo y tratar esta relación como
definitiva. Por lo tanto, si queremos tener éxito en nuestra rebelión contra
este dualismo, parecería al menos aconsejable examinar sus fundamentos históricos
y lógicos.
Nuestra actitud actual hacia la teoría mecánica está marcada
por dos tendencias aparentemente opuestas. La primera de ellas es una
convicción generalizada y, me atrevo a pensar, creciente, de la equivocación de
quienes señalan ciertos procesos y funciones orgánicos y dicen: "Son
inexplicables en términos de la ciencia física y, por lo tanto, debemos
recurrir a alguna hipótesis de otro tipo, una entelequia o alma". En el
pasado, establecer límites específicos de ese tipo a las posibilidades del
análisis físico ha demostrado ser una partida perdedora. Además, dudamos de la
fecundidad de la explicación en términos de entelequias o almas. Podemos estar
dispuestos a admitir que la explicación física de los procesos orgánicos y
nerviosos implicará la modificación y el desarrollo de los conceptos y teorías
de la propia ciencia física, de la misma manera que la extensión de la ciencia
física a fenómenos periféricos ha implicado en el pasado una reorganización
dentro de la ciencia. Pero por grande que resulte ser este desarrollo, será un
desarrollo continuo de la ciencia, no en dirección a las entelequias y las
almas. Soy muy consciente de que éste es un terreno discutible y quizá esta
tendencia a desacreditar la empresa del vitalista y del animista esté menos
extendida de lo que mis propias predilecciones me llevan a suponer.
Sea como fuere, tanto si creemos o no que los límites de la
ciencia física se encuentran en ciertos procesos específicos de los organismos,
todos creemos, al menos tácitamente, que existen límites a la extensión
relevante y significativa de la descripción y explicación físicas. ¿Es el
ejército alemán una entidad física? ¿Se podrá describir su futuro triunfo o
derrota en términos de transformaciones de energía o recombinaciones químicas?
O, si esa descripción es inadecuada, ¿se puede completar satisfactoriamente con
descripciones de procesos psíquicos que tienen lugar en las mentes de oficiales
y soldados? Por otra parte, ¿es el comercio de los Estados Unidos un fenómeno
físico que se pueda describir como un conjunto de redistribuciones complejas en
el tiempo y el espacio? ¿O son las leyes económicas que ejemplifica
uniformidades físicas? O, si no, ¿se pueden describir como uniformidades
psicológicas? En estos casos, y en muchos otros como éstos, hemos traspasado
los límites legítimos de la ciencia física. Pero no es porque encontremos aquí
excepciones a las leyes físicas, o una ruptura de la continuidad física que
podamos atribuir a la operación de un factor mental. No, el límite real de lo
físico no es lo psíquico, sino la irrelevancia esencial de las categorías
físicas. Son fundamental y esencialmente inaplicables a una amplia gama de
cosas y eventos de la vida común y de la ciencia. Y esto no debe atribuirse al
estado relativamente subdesarrollado de las ciencias. Es una locura doctrinaria
superada suponer que el desarrollo futuro de una ciencia como la economía, por
ejemplo, dará como resultado la presentación de sus fenómenos y sus leyes como
casos especiales de fenómenos físicos y leyes físicas. El desarrollo de la
economía no va en esa dirección, como todos sabemos, ni ese resultado es un
ideal real.
Pero reconocer que la aplicación fructífera y significativa
de las categorías físicas es así limitada no es suficiente. La antigua
pretensión de la teoría mecánica de suficiencia universal debe ser juzgada
directamente. Debe demostrarse la fuente de lo que hemos llamado su
inaplicabilidad fundamental y esencial. Porque la visión sigue siendo
convincente, aunque la creamos ilusoria.
Si consideramos los acontecimientos que están teniendo lugar
en el mundo en cualquier momento, desde un gran acontecimiento histórico, como
el conflicto que se está desarrollando en Europa, hasta nuestras recientes
elecciones nacionales, la propagación y desaparición de la parálisis infantil,
o incluso la conversación de ayer con un amigo, todos estos acontecimientos
parecen resumibles en hechos físicos. Incluso si se sostuviera que muchos, o
incluso todos, de estos acontecimientos fueron el resultado de propósitos
humanos, sin embargo, el propósito se manifestó, y podría haberse manifestado,
sólo en hechos físicos. Podemos imaginarlos todos y concebirlos como
completamente descriptibles hasta el último detalle, como redistribuciones de
masa y transformaciones de energía. Además, estos hechos, todos y cada uno,
tienen su lugar en un vasto complejo interconectado de tales procesos, que se
extiende indefinidamente en el espacio y se remonta indefinidamente al pasado.
A menos que supongamos que la continuidad se ha visto interrumpida por la
acción de factores psíquicos, concebimos que cada elemento de estos
acontecimientos, como el disparo de un proyectil desde una trinchera alemana o
la caída de una papeleta marcada en la urna, ha sido determinado por condiciones
físicas antecedentes. Así pues, nos encontramos envueltos en una aparente
antinomia. Por una parte, parece imposible admitir que la explicación mecánica
sea última o suficiente; por otra, parece imposible negarla. Tal vez nos ayude
a escapar de esta confusión el tomar en consideración un ejemplo concreto,
familiar y típico: la reciente victoria demócrata.
El acontecimiento particular que tuvo lugar el pasado mes de
noviembre se puede descomponer en una vasta masa de acontecimientos, como la
visita a las urnas de los electores en todo el país, la marcación de las
papeletas, la posterior caída de las papeletas en las urnas, etc. Y cada uno de
estos acontecimientos se puede dividir de manera similar, hasta que, como
límite ideal, podemos concebir todo el grupo de acontecimientos que
constituyeron la elección y la victoria demócrata como una multitud de redistribuciones
de masa y transformaciones de energía. Se tiene en cuenta cada detalle, no se
omite nada. De la misma manera, podemos concebir otros acontecimientos de la
misma clase, las victorias demócratas de años anteriores, descritas en detalle
como grupos de acontecimientos físicos.
Pero si ahora procedemos a cotejar y comparar estas
descripciones de los casos particulares, con el fin de formular una descripción
general, encontramos que no presentan ninguna identidad característica. Si no
estuvieran ya dados como pertenecientes a la misma clase, nunca nos llevaríamos
por nuestro análisis físico a clasificarlos juntos. Pero esto significa que el
fenómeno "victoria democrática" no es un evento físico.
Tomemos una analogía muy simple. En un trozo de lienzo
cuadriculado, como los que usaban nuestras bisabuelas para hacer muestrarios,
se pueden bordar en punto de cruz todo tipo de figuras rellenando los cuadrados
en filas según instrucciones. Se puede, por ejemplo, bordar una serie de
figuras de perros de diferentes tipos y en diferentes poses. Cada una de esas
figuras puede describirse como formada por cuadrados designados en filas
designadas, y así se puede dar una fórmula matemática que servirá como descripción,
o como regla para hacer tal figura. De manera similar, se puede describir así a
cualquier perro que sea posible bordar. Pero si se nos pidiera que diéramos una
fórmula para el perro en general, que sirviera como regla general para bordar
perros, sencillamente no podríamos hacerlo. La propiedad común que tienen todas
las figuras de perros no se encuentra en un análisis de estructura de este
tipo, ya que está constituida por relaciones que no se pueden expresar en
términos de cuadrados ordenados y numerados.
De la misma manera, lo que es común a todas las victorias
democráticas no se muestra en un análisis de cada uno de esos acontecimientos
en sus manifestaciones físicas. La ciencia física no proporciona principios de
clasificación adecuados para la articulación de nuestro mundo.
Podemos entonces, al menos en parte, atribuir nuestras
actitudes contradictorias hacia las afirmaciones de la teoría mecánica a la
confusa suposición de que, puesto que cualquier cosa o acontecimiento
particular puede describirse en términos físicos, la clase a la que pertenece
también puede describirse de esa manera. En términos de lógica, el error
consiste en no reconocer que lo que es cierto respecto de todos los miembros
tomados distributivamente no es necesariamente cierto respecto de la clase como
tal.
Pero surge inmediatamente otra cuestión: si toda cosa o
acontecimiento particular del mundo es completamente descriptible en términos
físicos, ¿no debemos admitir, después de todo, que las pretensiones de
supremacía de la teoría mecánica son válidas? Si un acontecimiento como la
reciente victoria demócrata se puede reducir a sucesos físicos, ¿no está
totalmente determinado por condiciones físicas? ¿Cómo puede haber lugar para
una determinación ulterior, por condiciones sociales? ¿No debe ser meramente ficticia
cualquier clase que no pueda definirse mediante principios físicos? O, si
insistimos en que ambos tipos de determinación son igualmente válidos, ¿no
estamos abocados a un paralelismo más desesperanzado que la supuesta relación
psicofísica?
Tal conclusión parece inevitable si aceptamos como legítimo
el análisis del acontecimiento particular en sucesos físicos. Este punto exige
ahora un examen más minucioso. La victoria demócrata del pasado noviembre se
puede resolver, decíamos, en una multitud de sucesos físicos. Pero, cuando se
resuelve así, ha perdido todo derecho a ser considerada como un único
acontecimiento. Ni siquiera es un complejo de sucesos físicos, pues los sucesos
físicos que lo constituyen no tienen conexión física entre sí excepto a través
del universo entero. Desde el punto de vista de la ciencia física, la selección
de los sucesos dispersos que constituyen este acontecimiento es perfectamente
arbitraria. Sería igualmente razonable agrupar la caída de copos de nieve sobre
el montículo que marca la tumba de Scott en la Antártida, la saltada de un
tigre en las selvas de África y la compra de un juego de pieles por la zarina
de Rusia, y llamarlos un acontecimiento. El hecho de poner un dólar en la mano
de un votante negro en Ohio y marcar una papeleta en California no tienen más
conexión física que los sucesos anteriores. Físicamente hablando, la elección
de su voto está mucho más directamente determinada por la temperatura de la
atmósfera que por la guerra en Europa, mientras que su relación con la
estructura cerebral del señor Hughes o del señor Wilson es completamente
insignificante. No, lo que dijimos antes de la clase "victoria
democrática", que no fue un fenómeno físico, debemos decirlo ahora del
acontecimiento particular que tuvo lugar en noviembre. Tampoco es un
acontecimiento físico, ni simple ni complejo. Y a nuestra generalización
anterior, de que la ciencia física no proporciona principios adecuados de
clasificación para la articulación de nuestro mundo, debemos añadir ahora que
no proporciona principios adecuados de individuación para la provisión de
nuestro mundo. Para la ciencia física no existen ni los ejércitos alemanes ni
las victorias democráticas, ni las coles ni los reyes. Hablar de una cosa o un
acontecimiento como algo determinado mecánicamente es decir tonterías.
No debemos olvidar que las ciencias, y sobre todo las
ciencias físicas, sólo tratan de lo abstracto. Los fenómenos de la ciencia son
universales, y ésta puede tomar conocimiento de lo particular sólo en la medida
en que lo particular se presente como un caso del fenómeno universal. El
acontecimiento particular concreto que designamos "la caída de su papeleta
en la urna" puede ser abordado por la ciencia física en la medida en que
se lo considere un caso de caída de un cuerpo o un caso de degradación de la energía,
pero como ese acontecimiento particular concreto, que se encuentra en un
complejo indefinido de relaciones, no puede ser exhaustivo por el análisis
físico, como tampoco lo puede ser por cualquier otro tipo de análisis
científico. De manera similar, lo que la ciencia puede exhibir como determinado
es siempre el caso particular de algún fenómeno universal, el particular
abstracto, y no el particular concreto. Como "cuerpo que cae", la
caída de su papeleta puede ser exhibida como un acontecimiento determinado por
las masas y la distancia entre el trozo de papel y la Tierra, pero como un
acontecimiento concreto y particular no puede ser exhibido como determinado.
Intentar concebirlo como algo determinado, aunque sea idealmente, implica
recurrir al universo entero. Se podría recurrir igualmente a la Deidad como
explicación. Lo que debe concebirse como algo determinado por el universo es, a
los efectos de la descripción y explicación científicas, indeterminado.
Resumiendo el argumento: la suposición tradicional de que
los límites de lo físico se encuentran exclusivamente en lo psíquico no está
bien fundada. Por el contrario, los límites de la descripción y explicación
físicas de las cosas y los acontecimientos de la vida cotidiana y de la ciencia
están determinados por la aplicabilidad inteligible de los conceptos de la
ciencia física a dicha descripción, y de las leyes de la ciencia física a dicha
explicación. Esto no se puede determinar a priori mediante consideraciones
metafísicas, sino empíricamente. En general, puede decirse que los fenómenos
sólo pueden considerarse legítimamente físicos si los principios de su
individuación y clasificación pueden enunciarse en términos físicos.
El problema de la relación entre lo físico y lo psíquico no
es, pues, un problema metafísico, puesto que no existe un dualismo ontológico.
Además, no tenemos ninguna base para suponer que exista una relación
sistemática entre lo físico y lo psíquico, de modo que lo psíquico se defina de
forma más fructífera en su relación con lo físico. El problema específico de la
relación entre lo psíquico y el comportamiento corporal (cuyo análisis no puede
llevarse a cabo dentro de los límites de este artículo) se presenta, pues,
libre de implicaciones metafísicas. La pregunta que tenemos que plantearnos (y
creo que es una pregunta cuya importancia sería difícil exagerar) es: ¿es el
comportamiento de los organismos, y en particular de los organismos con
sistemas nerviosos, un fenómeno físico? ¿Son los fenómenos característicos que
presenta, y las uniformidades características que estos exhiben, susceptibles
de descripción en términos de la ciencia física? Más en particular, ¿es
fructífero, o incluso posible, describir en términos físicos aquellos modos
característicos de comportamiento que, por consenso común, asociamos con
procesos distintivamente psíquicos, como el instinto, la emoción, la percepción
y el resto? Si no es así, si tales uniformidades de comportamiento no pueden
describirse como uniformidades físicas, entonces la relación mente-cuerpo no es
propiamente hablando una relación psicofísica, y el problema de la relación de
lo psíquico con lo físico, como muchos otros problemas con los que la filosofía
ha luchado durante mucho tiempo, no tiene una solución determinada.
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a. Portada "THE LIMITS OF THE PHYSICAL" // "Los limites de lo físico" (1917)
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Titulo: "THE LIMITS OF THE PHYSICAL" // "Los limites de lo físico"
Autor: Grace A. De Laguna
Fuente: New York THE MACMILLAN COMPANY
Año: 1917
Idioma: Inglés
OBRA ORIGINAL
Tips: En la sección “Buscar en el grupo” coloca el título del libro, autor o año y descargalo de manera gratuita, en el grupo se encuentra solo en inglés, ¡OJO! en esta publicación lo puedes disfrutar en español (Ya que es una traducción del original). Queremos agradecer a todos los lectores por el apoyo pero en especial a la Mtra. Amy R. Epstein quién es Profesora de la University of North Texas agradecemos en demasía puesto que fue ella quien nos compartió el acceso a este valioso artículo. Atentamente todos los que hacemos posible Watson el Psicólogo (@JBWatsonvive) (Herrera, A. & Borges, A.)
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