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Conductismo y Metafísica (1928) por Flora I. MacKinnon.

CONDUCTISMO Y METAFÍSICA

 

Una de las tendencias más notables y dignas de mención en el pensamiento contemporáneo es el avance o retroceso, según se prefiera considerarlo, de las ciencias hacia la metafísica. Como antes, el trabajo experimental de la ciencia, la recopilación de hechos, continúa sin considerar las implicaciones o conclusiones metafísicas. Pero existe un creciente reconocimiento de la necesidad de la investigación metafísica de conceptos fundamentales en la formulación de hipótesis y en el planteamiento sistemático de cualquier ciencia en su conjunto. Esta labor de destrucción de supuestos ilegítimos y la construcción de análisis adecuados como sustituto de las presuposiciones dogmáticas, como la que realizan Russell, Broad y Whitehead para la física, carece en gran medida de psicología. Ya sea ignorando o rechazando deliberadamente toda interpretación metafísica, los psicólogos prosiguen alegremente su camino con aparente indiferencia ante el hecho de que su alardeada indiferencia hacia la metafísica significa simplemente una suposición sin crítica de la tradición medieval, transferida al pensamiento moderno por Descartes y Locke. Mente, cuerpo, causalidad, tiempo, espacio, objeto físico, se dan por sentados de una manera que constituye una combinación ingenua de experiencia no criticada y dualismo cartesiano, sin importar la inestabilidad cambiante de la primera y las contradicciones lógicas que implica el segundo. Esta incapacidad de la psicología ortodoxa para investigar sus propios presupuestos es una de las principales razones del desarrollo del conductismo, y el impulso para subsanar dicha incapacidad puede ser una de sus principales contribuciones a la teoría psicológica.

 

Si se permite distinguir entre conductismo y conductistas, se podría decir que, si bien los conductistas siguen, en su mayoría, repudiando cualquier responsabilidad filosófica, el conductismo es en realidad un intento de que la teoría psicológica se ajuste a una metafísica más adecuada que la implícita en la tradición anterior. El conductismo en psicología, al igual que el realismo y el pragmatismo en la filosofía reciente, surge en primer lugar como un movimiento de protesta y conserva hasta la actualidad la actitud de resentimiento característica de todos estos movimientos. Protesta, en primer lugar, contra la concepción atomista del hombre, la concepción de este como compuesto de conjuntos de elementos conscientes o de cualquier otro tipo de elementos. «Permítanme comenzar diciendo que, para el conductista, el hombre es un animal completo. Cuando reacciona, lo hace con cada parte de su cuerpo» (Watson, «The Nursery and Instincts», en Psychologies of 1925, p. 2). El conductista comparte esta protesta con los psicólogos del yo y los defensores de la concepción de la Gestalt. En todos ellos se observa la misma reacción contra el atomismo de la escuela titchneriana. El énfasis en el yo, la configuración, el organismo, constituye un reconocimiento algo tardío en la teoría psicológica de ese principio de unidad diferenciada que a veces ha desempeñado un papel tan importante en el pensamiento filosófico, pero que no tuvo un lugar reconocido ni consistente en la filosofía ortodoxa del siglo XVII, sobre la que se fundó la psicología del siglo XIX. La tradición platónica de una unidad que es más que la suma de sus partes perduró durante la Edad Media en la obra de los místicos, desde Dionisio el Areopagita hasta San Buenaventura, nunca completamente rechazada por la escolástica ortodoxa ni aceptada de todo corazón. En el entusiasmo por la demostración matemática que acompañó la limpieza filosófica de Descartes, se perdió de vista este principio de unidad sintética y autodiferenciante, quizás debido a su conexión en la tradición mística con cualidades ocultas y otros conceptos vagos e indefinibles. En filosofía, la concepción de unidad, de totalidad, regresó con nuevo énfasis y significado, tentativamente en la doctrina leibnitziana de la mónada suprema, con ciertas matizaciones sutiles y complejas en la descripción de la sustancia de Spinoza, de forma más consciente en la unidad sintética de la apercepción de Kant, y con un significado plenamente desarrollado en la dialéctica de Hegel. En la metafísica reciente y contemporánea, este principio es fundamental. Los desacuerdos radican en su aplicación adecuada. En psicología, sin embargo, el principio de un atomismo pluralista profundo se mantuvo dominante y casi incuestionable hasta casi principios del siglo XX, en parte, quizás, debido a una sensación no reconocida de dependencia necesaria de la filosofía de la que surgió la psicología como ciencia independiente, y en parte por afirmar dicha independencia al negarse a seguir la línea del desarrollo filosófico. Por muy reticente que sea, el conductismo debe aceptar el mérito de ser una de las formas en que este descuido psicológico del siglo pasado se compensa con el reconocimiento actual del principio del todo orgánico, a fin de alinear la teoría psicológica con el avance lógico y metafísico.

 

La segunda protesta del conductismo se dirige contra la concepción integral de la conciencia, las ideas y los hechos mentales. En este caso, en lo que respecta a la psicología, se destaca por sí sola. Esta protesta, al igual que la anterior, se dirige contra la transferencia a la psicología del dualismo del siglo XVII. Para el conductista, la relación del individuo con el entorno, que constituye el objeto de estudio de la psicología, es la relación de un organismo físico con otro. No debe interpretarse como la relación de la mente o la conciencia con un entorno físico, pues la mente, en este sentido, es una suposición carente de sentido e inútil. El estímulo físico afecta al cuerpo, que a su vez reacciona al entorno, se adapta a la situación, modifica algo del entorno o se retira del lugar desagradable. No es necesaria la intrusión de un segundo tipo de realidad además del cuerpo físico y los objetos físicos. La conciencia como etapa intermedia entre el estímulo y la reacción, o como el silbido epifenoménico que acompaña al tren, es una suposición superflua. Los hechos consisten en diversos objetos físicos, animados e inanimados, que actúan y reaccionan de maneras diversas y complejas: acciones simples de cuerpos burdos, ajustes delicados y sutiles de organismos altamente complejos, y todas las variedades intermedias. Ahora bien, esta concepción, en su alcance, concuerda exactamente con el desarrollo filosófico que comenzó con la insistencia de Berkeley en que el objeto percibido es el objeto real, y que aún continúa en forma de idealismo absoluto u objetivo. Berkeley optó por decir que las cosas son ideas, pero eso equivale a decir que las ideas de estos objetos físicos son los objetos reales e idénticos, en lugar de ser copias cartesianas de los objetos. El conductismo prefiere decir que solo existen cosas, no ideas, pero coincide con Berkeley en que los objetos vistos y manipulados son los objetos reales. El cuerpo percibido es el cuerpo que reacciona. Algunas de las reacciones son invisibles y se infieren de otras que sí se ven, pero todas son del mismo tipo, todas igualmente reales, todas igualmente parte del mundo real. Para el conductismo, como para el idealismo berkleiano, no hay separación entre un grupo de hechos, llamados mentales, y otro grupo de hechos, llamados físicos o materiales. Todos son partes de la misma unidad sistemática de objetos relacionados que es el mundo real. Berkeley, sin duda, y la mayoría de sus seguidores modernos, consideran que esto es solo la mitad de la historia, que debe haber alguna explicación o descripción de la naturaleza de esa unidad sistemática. Esto no le interesa al conductista. Es metafísica, religión, superstición o algo más. Su interés reside en estos organismos reactivos, no en el todo hipotético del que forman parte. Que tenga estos organismos con sus mecanismos de respuesta a estímulos, y que no se preocupe por algún incierto segundo quid de conciencia que son los objetos percibidos y, sin embargo, no son el objeto percibido. Es precisamente esta base metafísica la que proporciona el idealismo, y el conductismo es el reconocimiento tardío en la teoría psicológica de esa desviación del dualismo cartesiano, que en filosofía se produjo hace tantos años que ahora se ha puesto de moda un retorno parcial a él. La psicología ortodoxa ha continuado basándose en el dualismo medieval del que surgió. El conductismo ha desechado esta interpretación dualista y se ha negado a ver un abismo entre la mente y el cuerpo. Como el niño terrible del cuento popular que insistía en que el emperador caminaba desnudo en la gran procesión, el conductismo, al negar la existencia de un problema mente-cuerpo, ha suscitado ira y oposición entre los piadosos observadores de la tradición. Al menos ha planteado la cuestión de una base metafísica adecuada para la teoría psicológica, y podría lograr elaborar una ciencia psicológica satisfactoria basada en el idealismo objetivo.

 

Flora I. Mackinnon.

WELLESLEY COLLEGE.

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Anexo 1.

a. Artículo: Título: "Behaviorism and Metaphysics / Conductismo y Metafísica" (1928) por Flora I. MacKinnon, Publicado en: The Journal of Philosophy, Vol. 25, No. 13 (Jun. 21, 1928), pp. 353-356





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Título: Behaviorism and Metaphysics

Autor: Flora I. MacKinnon

Año: 1928

Publicado en: The Journal of Philosophy, Vol. 25, No. 13 (Jun. 21, 1928), pp. 353-356



Idioma: Inglés

OBRA ORIGINAL

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