CONDUCTISMO Y METAFÍSICA
Una de las
tendencias más notables y dignas de mención en el pensamiento contemporáneo es
el avance o retroceso, según se prefiera considerarlo, de las ciencias hacia la
metafísica. Como antes, el trabajo experimental de la ciencia, la recopilación
de hechos, continúa sin considerar las implicaciones o conclusiones
metafísicas. Pero existe un creciente reconocimiento de la necesidad de la
investigación metafísica de conceptos fundamentales en la formulación de
hipótesis y en el planteamiento sistemático de cualquier ciencia en su
conjunto. Esta labor de destrucción de supuestos ilegítimos y la construcción
de análisis adecuados como sustituto de las presuposiciones dogmáticas, como la
que realizan Russell, Broad y Whitehead para la física, carece en gran medida
de psicología. Ya sea ignorando o rechazando deliberadamente toda
interpretación metafísica, los psicólogos prosiguen alegremente su camino con
aparente indiferencia ante el hecho de que su alardeada indiferencia hacia la
metafísica significa simplemente una suposición sin crítica de la tradición
medieval, transferida al pensamiento moderno por Descartes y Locke. Mente,
cuerpo, causalidad, tiempo, espacio, objeto físico, se dan por sentados de una
manera que constituye una combinación ingenua de experiencia no criticada y
dualismo cartesiano, sin importar la inestabilidad cambiante de la primera y
las contradicciones lógicas que implica el segundo. Esta incapacidad de la
psicología ortodoxa para investigar sus propios presupuestos es una de las
principales razones del desarrollo del conductismo, y el impulso para subsanar
dicha incapacidad puede ser una de sus principales contribuciones a la teoría
psicológica.
Si se
permite distinguir entre conductismo y conductistas, se podría decir que, si
bien los conductistas siguen, en su mayoría, repudiando cualquier
responsabilidad filosófica, el conductismo es en realidad un intento de que la
teoría psicológica se ajuste a una metafísica más adecuada que la implícita en
la tradición anterior. El conductismo en psicología, al igual que el realismo y
el pragmatismo en la filosofía reciente, surge en primer lugar como un
movimiento de protesta y conserva hasta la actualidad la actitud de
resentimiento característica de todos estos movimientos. Protesta, en primer
lugar, contra la concepción atomista del hombre, la concepción de este como
compuesto de conjuntos de elementos conscientes o de cualquier otro tipo de
elementos. «Permítanme comenzar diciendo que, para el conductista, el hombre es
un animal completo. Cuando reacciona, lo hace con cada parte de su cuerpo»
(Watson, «The Nursery and Instincts», en Psychologies of 1925, p. 2). El
conductista comparte esta protesta con los psicólogos del yo y los defensores
de la concepción de la Gestalt. En todos ellos se observa la misma reacción
contra el atomismo de la escuela titchneriana. El énfasis en el yo, la
configuración, el organismo, constituye un reconocimiento algo tardío en la
teoría psicológica de ese principio de unidad diferenciada que a veces ha
desempeñado un papel tan importante en el pensamiento filosófico, pero que no
tuvo un lugar reconocido ni consistente en la filosofía ortodoxa del siglo
XVII, sobre la que se fundó la psicología del siglo XIX. La tradición platónica
de una unidad que es más que la suma de sus partes perduró durante la Edad
Media en la obra de los místicos, desde Dionisio el Areopagita hasta San
Buenaventura, nunca completamente rechazada por la escolástica ortodoxa ni
aceptada de todo corazón. En el entusiasmo por la demostración matemática que
acompañó la limpieza filosófica de Descartes, se perdió de vista este principio
de unidad sintética y autodiferenciante, quizás debido a su conexión en la tradición
mística con cualidades ocultas y otros conceptos vagos e indefinibles. En
filosofía, la concepción de unidad, de totalidad, regresó con nuevo énfasis y
significado, tentativamente en la doctrina leibnitziana de la mónada suprema,
con ciertas matizaciones sutiles y complejas en la descripción de la sustancia
de Spinoza, de forma más consciente en la unidad sintética de la apercepción de
Kant, y con un significado plenamente desarrollado en la dialéctica de Hegel.
En la metafísica reciente y contemporánea, este principio es fundamental. Los
desacuerdos radican en su aplicación adecuada. En psicología, sin embargo, el
principio de un atomismo pluralista profundo se mantuvo dominante y casi
incuestionable hasta casi principios del siglo XX, en parte, quizás, debido a
una sensación no reconocida de dependencia necesaria de la filosofía de la que
surgió la psicología como ciencia independiente, y en parte por afirmar dicha
independencia al negarse a seguir la línea del desarrollo filosófico. Por muy
reticente que sea, el conductismo debe aceptar el mérito de ser una de las
formas en que este descuido psicológico del siglo pasado se compensa con el
reconocimiento actual del principio del todo orgánico, a fin de alinear la
teoría psicológica con el avance lógico y metafísico.
La segunda
protesta del conductismo se dirige contra la concepción integral de la
conciencia, las ideas y los hechos mentales. En este caso, en lo que respecta a
la psicología, se destaca por sí sola. Esta protesta, al igual que la anterior,
se dirige contra la transferencia a la psicología del dualismo del siglo XVII.
Para el conductista, la relación del individuo con el entorno, que constituye
el objeto de estudio de la psicología, es la relación de un organismo físico
con otro. No debe interpretarse como la relación de la mente o la conciencia
con un entorno físico, pues la mente, en este sentido, es una suposición
carente de sentido e inútil. El estímulo físico afecta al cuerpo, que a su vez
reacciona al entorno, se adapta a la situación, modifica algo del entorno o se
retira del lugar desagradable. No es necesaria la intrusión de un segundo tipo
de realidad además del cuerpo físico y los objetos físicos. La conciencia como
etapa intermedia entre el estímulo y la reacción, o como el silbido epifenoménico
que acompaña al tren, es una suposición superflua. Los hechos consisten en
diversos objetos físicos, animados e inanimados, que actúan y reaccionan de
maneras diversas y complejas: acciones simples de cuerpos burdos, ajustes
delicados y sutiles de organismos altamente complejos, y todas las variedades
intermedias. Ahora bien, esta concepción, en su alcance, concuerda exactamente
con el desarrollo filosófico que comenzó con la insistencia de Berkeley en que
el objeto percibido es el objeto real, y que aún continúa en forma de idealismo
absoluto u objetivo. Berkeley optó por decir que las cosas son ideas, pero eso
equivale a decir que las ideas de estos objetos físicos son los objetos reales
e idénticos, en lugar de ser copias cartesianas de los objetos. El conductismo
prefiere decir que solo existen cosas, no ideas, pero coincide con Berkeley en
que los objetos vistos y manipulados son los objetos reales. El cuerpo
percibido es el cuerpo que reacciona. Algunas de las reacciones son invisibles
y se infieren de otras que sí se ven, pero todas son del mismo tipo, todas
igualmente reales, todas igualmente parte del mundo real. Para el conductismo,
como para el idealismo berkleiano, no hay separación entre un grupo de hechos,
llamados mentales, y otro grupo de hechos, llamados físicos o materiales. Todos
son partes de la misma unidad sistemática de objetos relacionados que es el
mundo real. Berkeley, sin duda, y la mayoría de sus seguidores modernos,
consideran que esto es solo la mitad de la historia, que debe haber alguna
explicación o descripción de la naturaleza de esa unidad sistemática. Esto no
le interesa al conductista. Es metafísica, religión, superstición o algo más.
Su interés reside en estos organismos reactivos, no en el todo hipotético del
que forman parte. Que tenga estos organismos con sus mecanismos de respuesta a
estímulos, y que no se preocupe por algún incierto segundo quid de conciencia
que son los objetos percibidos y, sin embargo, no son el objeto percibido. Es
precisamente esta base metafísica la que proporciona el idealismo, y el
conductismo es el reconocimiento tardío en la teoría psicológica de esa
desviación del dualismo cartesiano, que en filosofía se produjo hace tantos
años que ahora se ha puesto de moda un retorno parcial a él. La psicología
ortodoxa ha continuado basándose en el dualismo medieval del que surgió. El
conductismo ha desechado esta interpretación dualista y se ha negado a ver un
abismo entre la mente y el cuerpo. Como el niño terrible del cuento popular que
insistía en que el emperador caminaba desnudo en la gran procesión, el
conductismo, al negar la existencia de un problema mente-cuerpo, ha suscitado
ira y oposición entre los piadosos observadores de la tradición. Al menos ha
planteado la cuestión de una base metafísica adecuada para la teoría
psicológica, y podría lograr elaborar una ciencia psicológica satisfactoria
basada en el idealismo objetivo.
Flora I.
Mackinnon.
WELLESLEY
COLLEGE.
Anexo 1.
a. Artículo: Título: "Behaviorism and Metaphysics / Conductismo y Metafísica" (1928) por Flora I. MacKinnon, Publicado en: The Journal of Philosophy, Vol. 25, No. 13 (Jun. 21, 1928), pp. 353-356
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Estimado Usuario puede descargar la OBRA ORIGINAL en nuestro grupo:· Walden IV (Comunidad Conductista) / Walden IV (Behaviorist Community)Visita el Grupo en el siguiente Hípervinculo:
Título: Behaviorism and Metaphysics
Autor: Flora I. MacKinnon
Año: 1928
Publicado en: The Journal of Philosophy, Vol. 25, No. 13 (Jun. 21, 1928), pp. 353-356
Idioma: Inglés
OBRA ORIGINAL
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