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La psicologia como conductismo (1921) por B. Muscio

LA PSICOLOGÍA COMO CONDUCTISMO

 

Una característica del conocimiento que se denomina ciencia: los hechos, por muy numerosos que sean, no constituyen una ciencia; sin embargo, si su número es muy grande, los hechos no estarán completamente desconectados, dadas las circunstancias. Es imposible determinar cuánta conexión debería existir para que un grupo de hechos se considere ciencia, en parte porque no existe un método preciso para determinar el grado de conexión, y en parte porque la precisión también es una característica del conocimiento científico. Así, el término ciencia puede aplicarse a "hechos" si su precisión es grande aunque su interconexión sea pequeña, o a "hechos" cuya interconexión es grande pero cuya precisión es dudosa. Si bien la precisión es ciertamente importante, el grado de interconexión siempre reviste el mayor interés teórico. Esta interconexión se expresa en principios, y por lo tanto, en la ciencia, la discusión de principios es una tarea crucial. Su relevancia en psicología es especialmente grande en la actualidad. Cualquier intento serio de formular principios psicológicos o de estimar la idoneidad de los principios propuestos... Para organizar, por ejemplo, la gran cantidad de hechos empíricos que la psicología experimental ha recopilado y sigue recopilando, o aquellos otros hechos, que prometen ser aún más numerosos, que el psicoanálisis está sacando a la luz; cualquier intento de este tipo merece consideración en gran medida por sí mismo, es decir, porque los principios son esenciales para la ciencia. Pero actualmente, el psicólogo con una conciencia metafísica, que procede metafísicamente en el sentido de que intenta obstinadamente pensar con claridad y coherencia, tiende a estremecerse ante formulaciones de principios psicológicos que parecen manifestar, no solo prisa, lo cual es bastante natural en una era tan comercial, sino una casi increíble inocencia metafísica. La situación psicológica actual, en resumen, es una en la que los principios de la psicología merecen especial atención.

 

II.

 

Por conductismo se entiende la teoría del objeto y los métodos de la psicología, expuesta con mayor profundidad por el profesor J. B. Watson. Esta teoría consta esencialmente de dos proposiciones:

 

1. El objeto de estudio de la psicología es exclusivamente la conducta;

 

2. La conducta es científicamente explicable sin referencia a lo que comúnmente se denomina hechos o procesos mentales.

 

Definiciones de Psicología. Las definiciones modernas tienden a afirmar que el objeto de estudio de la psicología científica son los estados, procesos o fenómenos mentales. Así, James, siguiendo a Ladd, definió la psicología como la «descripción y explicación de los estados de conciencia como tales» (1). Es cierto que Ward, al explicar lo que quiere decir al afirmar que el objeto de estudio de la psicología es la «experiencia individual», afirma que «experiencia individual» se refiere a «sobre todo a la actividad o conducta conativa» (2); pero, aunque esta explicación parecería sugerir más que una diferencia verbal entre su definición y la de James, la exposición de la ciencia por parte de ambos psicólogos deja claro que los problemas que constituyen el objeto de estudio de la psicología son prácticamente los mismos para ambos, y que las diferencias en sus definiciones son principalmente verbales. Sin duda, es necesario que se nos diga que «experiencia individual» se refiere, en esencia, a «actividad o comportamiento conativo»; pero, igualmente, es necesario que se nos diga por qué el comportamiento instintivo debería monopolizar una sección considerable de una obra dedicada a la investigación de los «estados de conciencia como tales». Hace algunos años, McDougall afirmó que la psicología podría definirse mejor y de forma más completa como la ciencia positiva de la conducta de los seres vivos (3). Sin embargo, posteriormente abordó, como cuestiones psicológicas, los atributos de la sensación y el tono emocional de las imágenes; demostrando, al menos, que su definición no abarcaba la totalidad del objeto de estudio de la ciencia, mientras que su exposición general indicaba que este objeto era prácticamente el mismo para él que para James y para Ward, a pesar de la especial atención que prestaba a ciertos problemas.

 

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1.- P. Ej. Text Book, p. 1.

2.- Psychological Principles, p. 28.

3.- Physiological Psychology

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El hecho es que las definiciones de psicología generalmente se formulan de forma que enfatizan algún problema o método desatendido, y que ninguna definición ofrecida hasta ahora del objeto de estudio de la ciencia sugiere, de forma natural y sin mayores explicaciones, la variedad de problemas que abarca. Esto no se afirma críticamente, sino que se afirma como un hecho. Sugiere que el objeto de estudio real de la psicología es una serie de problemas que pueden enumerarse uno por uno, pero que presentan una diversidad suficiente como para hacer extremadamente difícil, si no imposible, en el sentido lógico de la definición, una definición breve y precisa de la ciencia. Por lo tanto, es de esperar que las definiciones verbales del objeto de estudio de la psicología sean inadecuadas. Si comienzan enfatizando la conciencia, al final les resultará difícil incluir la conducta; y si comienzan enfatizando la conducta, al final les resultará difícil incluir los estados de conciencia.

 

La definición conductista.- Esta definición busca la adecuación por eliminación: restringe el alcance de la ciencia y excluye ciertos problemas tradicionales. Pues cuando el conductista define el objeto de estudio de la psicología como conducta, no pretende que se interprete con el mismo significado que James o Ward en sus definiciones. Cuando dice conducta, se refiere a conducta y nada más que a conducta. «Parece haber llegado el momento», afirma el profesor Watson, «en que la psicología debe descartar toda referencia a la conciencia». (Behavior, p. 7). Además: «Es posible escribir psicología... y nunca usar los términos conciencia, estados mentales, mente, contenido, voluntad, imaginería y similares» (ibid., p. 9). Esto puede hacerse de forma «natural y conveniente» en términos de conducta. El conductista sostiene que desconoce el significado de términos como percepción, sensación, imagen y sentimiento.

 

Sin embargo, sabe qué se entiende por conducta. Esta se refiere a los «cambios musculares y glandulares totales, con y sin rayas, que siguen a un estímulo dado» (4). El estímulo no tiene por qué originarse en el espacio externo al cuerpo, ya que los cambios musculares y glandulares internos pueden actuar como estímulos para otros cambios musculares y glandulares. Pero, independientemente de su causa, estas «reacciones» son idénticas a la «conducta» y constituyen el objeto de estudio de la psicología (Psychol. Rev. 1917, p. 336).

 

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4.- Psicología de Watson, pág. 14

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Aunque esta concepción parece restringir el campo de la psicología de una manera un tanto sorprendente, lo deja lo suficientemente amplio como para permitir la investigación activa. El conductista comienza con el niño tan pronto como nace, o, más precisamente, tan pronto como se establece la respiración. En esta etapa, intenta determinar qué tendencias de reacción son instintivas: por ejemplo, si el recién nacido posee innatamente las coordinaciones neuromusculares necesarias para nadar. Se mantiene lista una pequeña bañera con agua a temperatura corporal y (cuando se establece la respiración) se baja lentamente al bebé en ella, apoyado sobre su espalda por las manos del experimentador. Cuando se realizó este experimento, el bebé en particular que actuó como sujeto manifestó violentos signos de miedo, pero no movimientos de natación coordinados (5). Claramente, son concebibles numerosos experimentos de este tipo.

 

Se realiza un seguimiento del bebé desde su infancia hasta la edad adulta mediante experimentos adecuados en cada etapa. El conductista intenta determinar, por ejemplo, cuáles son las reacciones de un bebé de seis meses ante animales peludos vivos. Por lo tanto, su madre lo sostiene en una habitación bien iluminada y le muestra sucesivamente una rata blanca, un perro, un gato, un conejo blanco, escarabajos y una serpiente; sus respuestas a los diversos objetos se observan y se someten a análisis (6). Estos experimentos pueden proporcionar mucha información sobre los instintos humanos. Pero además de las tendencias reactivas innatas, existen las adquiridas: problemas de hábito o aprendizaje; y en este caso, el campo es muy amplio.

 

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5.- Psicología de Watson, pág. 243.

6.- Psychol. Rev. 1917, págs. 343-

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Y la aparente restricción del alcance de la psicología no es tan grande como a primera vista parecería, ya que ciertos problemas que aparentemente quedarían excluidos se modifican para incluirlos. Así, el conductista incluye todos los problemas relacionados con el alcance de la estimulación sensorial. Determinar el alcance de la sensibilidad visual, por ejemplo, es un problema conductista. Pero nunca se debe permitir que el sujeto diga que "ve" una luz o un color cuando se dirigen estímulos visuales a sus ojos. "Ordinariamente", dice el profesor Watson, "queremos decir que un animal es sensible a las diferencias de longitud de onda, que dichos estímulos influyen en su adaptación a la comida, el refugio, la huida de enemigos, etc., es decir, que dichos estímulos inician la actividad en arcos que terminan en músculos estriados (7)". Así, en los experimentos, se consigue que el estímulo visual inicie la actividad en arcos que terminan en músculos estriados. Esto se logra mediante la creación de un reflejo condicionado. El sujeto apoya la mano sobre un electrodo y, para empezar, siempre que se presentan estímulos visuales dentro del rango de visibilidad, se aplica una descarga eléctrica que provoca que el sujeto mueva la mano. Mediante la repetición de este proceso, pronto se produce que, al "ver" una luz, la mano se mueve de forma característica, incluso sin que se aplique ninguna descarga eléctrica simultáneamente. En este punto, el experimentador puede interpretar el movimiento como una señal de que se "ve" un color o una luz (o de que el estímulo dado se encuentra entre los que influyen en la adaptación del sujeto a la comida, el refugio, etc.). En este procedimiento, no es necesario usar la palabra "vio" (o "ver"); no es necesario que el sujeto hable en absoluto. El experimentador sabe que, cuando no se produce el movimiento característico de la mano, el estímulo visual está fuera del rango de visibilidad (siempre que, por supuesto, el reflejo condicionado no se haya interrumpido temporalmente por fatiga u otra causa, y que el sujeto estuviera atento cuando se administró el estímulo).

 

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7.- Behavior de Watson, pág. 354

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El conductista, por tanto, independientemente de sus dificultades, no es probable que carezca de problemas que investigar. Además, sus problemas son psicológicos, pues pertenecen a las exposiciones habituales de la ciencia; si antes se les llamaba apropiadamente psicológicos, no hay razón para negarles ese título ahora. Además, no hay objeción real a que el conductista aplique el término psicología exclusivamente a estos problemas. Esto, en sí mismo, podría ser una cuestión de gusto y conveniencia en el uso de las palabras, y lo único que parece razonable decir es que el uso actual y tradicional de la psicología es diferente.

 

Pero la complicación no es simplemente verbal. El profesor Watson afirma, sin duda, que su concepción de la psicología excluye muchos problemas que la psicología ha abordado históricamente (8); que desconoce el significado de términos como imagen, sentimiento y voluntad, y que puede prescindir de ellos sin dificultad. Pero no quiere decir que esté dividiendo para vencer; que los problemas excluidos son suficientemente genuinos y que los términos descartados tienen un significado de realidad genuina; que no dispone del tiempo, o quizás del interés, para investigar estos problemas, y que, por lo tanto, limitará su campo. No es como el artista que dice «Mi obra es arte», ni como el científico que le dice (al artista) «Mi obra es ciencia». Es más bien como si el artista le dijera al científico: «La ciencia no existe». Pues el conductista niega la existencia de ninguna realidad mental. No es fácil determinar la relación de su postura con las ideas posteriores de James o con la de los neorrealistas estadounidenses; pero no es difícil determinar cuál es la postura en sí misma. Se vuelve inequívoco al afirmar que los únicos fenómenos que podrían llamarse mentales son los cambios musculares y glandulares. ¿Qué puede decirse de esta teoría?

 

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8.- Psychol. Rev., 1917, pág.

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III.

Entre los fenómenos comúnmente llamados mentales se encuentran las imágenes y las sensaciones, que pueden utilizarse para ilustrar un argumento aplicable por igual a todos los fenómenos "mentales". El conductista debe afirmar que las imágenes y las sensaciones no ocurren en absoluto, o que, al ocurrir, son idénticas a los cambios musculares o glandulares. Ahora bien, la evidencia empírica de la ocurrencia de imágenes y sensaciones es definitiva. Si el conductista plantea alguna duda, la respuesta es que esta evidencia es tan convincente como la de la ocurrencia de cambios musculares y glandulares. Observamos un tipo de fenómeno con la misma certeza que el otro. Considerando la ocurrencia de imágenes y sensaciones, entonces, como indudable, la postura del conductismo debe ser que estas son idénticas a los cambios musculares o glandulares.

 

Contra esta perspectiva, la evidencia también es concluyente. Y esta evidencia es, de nuevo, del tipo admitido, aunque no discutido, por el conductista: es la observación. No es necesario considerar aquí cuánto implica la observación, por ejemplo, hasta qué punto requiere juicio. Puede tomarse y usarse aquí tal como lo hace el conductista. El movimiento muscular, por ejemplo, es algo que el conductista observa. Lo "ve" cuando alguien dobla el dedo o blande una raqueta. Es importante que el conductista base su postura en la observación y que no se refiera, por ejemplo, a un cambio muscular como ciertos cambios espaciales en las relaciones de ciertos constituyentes últimos de la materia. No: el cambio muscular o glandular es algo simple. Podemos observar tanto él como sus efectos.

 

Así pues, debemos comparar lo que observamos cuando decimos que observamos conducta con lo que observamos cuando decimos que somos conscientes de imágenes o sensaciones, y preguntarnos si lo que observamos en un caso es idéntico al objeto de nuestra observación en el otro. La respuesta, sin duda alguna, es que ambos no son idénticos. Es tan claro que un cambio muscular o glandular no es una imagen o una sensación como que un movimiento muscular no es un cambio glandular. La evidencia es exactamente la misma en ambos casos. Percibimos en ambos casos que los objetos bajo comparación son diferentes. No hay más razón para decir que una imagen o sensación es idéntica a un cambio muscular o glandular que para decir que ambos son idénticos; y hay al menos tantas razones para negar la identidad en un caso como en el otro. Por supuesto, si nuestros juicios de diferencia son todos falsos; si las mesas son idénticas a las sillas y cualquier cosa es idéntica a cualquier otra cosa; entonces las imágenes y sensaciones pueden ser idénticas a los cambios musculares o glandulares. Pero sin duda debemos aceptar nuestra experiencia de diferencia como válida hasta que se demuestre que no lo es. Y la cuestión es que aquí se presenta un juicio de diferencia que no se ha demostrado que sea el mismo argumento aplicable a todos los fenómenos actualmente reconocidos como mentales. La cuestión no es si las imágenes y los sentimientos están condicionados por cambios glandulares o musculares: nuestra pregunta se centra en su identidad.

 

IV.

En un caso, el conductista ha intentado demostrar la identidad entre un fenómeno tradicionalmente considerado mental y la conducta, tal como la define él mismo. Este fenómeno mental es el pensamiento. El conductista se ve obligado a considerar el pensamiento en detalle debido al fenómeno de la reacción retardada. Siempre que una respuesta sigue de forma relativamente inmediata a un estímulo, es plausible decir que la explicación "suficiente" de la respuesta es este estímulo. Sin embargo, la respuesta y el estímulo a veces están separados por intervalos de tiempo considerables durante los cuales el pensamiento "continúa". Es necesario que el conductista reduzca esta actividad intermedia del pensamiento a cambios musculares y glandulares.

 

La evidencia aportada para demostrar que el pensamiento es idéntico a cierta conducta, como se definió anteriormente, es de dos tipos. (I) El primer intento intenta demostrar que, cuando pensamos en silencio, se producen movimientos de los músculos del habla. El trabajo experimental de los conductistas en este sentido es de considerable interés, y con el tiempo probablemente lo será aún más; pero su valor como evidencia es nulo. En primer lugar, los experimentadores han tenido que admitir que, en algunos casos de pensamiento silencioso, la técnica experta actual ha sido inadecuada para indicar cualquier movimiento muscular del mecanismo del habla. A esto se ha argumentado que el aparato actual es defectuoso y que un mayor perfeccionamiento del método debería dar mejores resultados, lo cual es bastante cierto; además, cuando el aparato no mostraba movimientos musculares durante el pensamiento silencioso en el mecanismo del habla, era posible que el pensamiento estuviera siendo llevado a cabo por movimientos de otros músculos del cuerpo. Pues si bien los músculos del habla son los que generalmente participan en el pensamiento, otros no están excluidos de funcionar de manera similar, y es, en cierto modo, accidental que el pensamiento esté constituido por movimientos de los músculos del habla. Todo lo cual, al ser en gran medida una suposición, carece de valor probatorio. Y, en segundo lugar, no se probaría absolutamente nada sobre la identidad del pensamiento y la conducta, incluso si se estableciera que los cambios musculares en el mecanismo del habla siempre ocurren durante el pensamiento silencioso. Podría tratarse simplemente de un caso de concomitancia, como un hombre y su sombra.

 

El conductismo admite la debilidad de la línea de evidencia mencionada e intenta otra. (2) Este segundo tipo de evidencia consiste en un intento de reconstrucción de los primeros procesos de pensamiento en el niño. Dicha reconstrucción no suele ser convincente, aunque el presente caso no es tan grave como los que se refieren al hombre primitivo; pero dejando esto de lado, podemos considerar el presente caso según sus méritos.

 

La teoría general sostiene que el pensamiento consiste en que cierta conducta, generalmente los movimientos de los músculos del habla, opera como sustituto de otra. Así, quien diseña un nuevo motor de avión realiza, principalmente con sus músculos del habla, lo que podría hacer con igual éxito, aunque con menos facilidad, con los músculos de los brazos, las piernas y el tronco. Si fabricara el motor mediante el movimiento de estos últimos músculos, simplemente respondiendo a estímulos del entorno, no pensaría en absoluto; pero cuando se sienta en su escritorio, aparentemente inmóvil, reflexionando sobre el asunto, los movimientos de los músculos del habla sustituyen a los de los brazos, las piernas y el tronco, y en esta sustitución se encuentra la esencia del pensamiento. Aunque el hombre pensante inmóvil pueda parecer físicamente inactivo, los músculos de su mecanismo del habla están tan activos como lo estarían sus brazos y piernas si jugara al tenis.

 

Esta sustitución de movimientos por movimientos se basa en el principio del reflejo condicionado. Si se le muestra comida a un perro hambriento, sus glándulas salivales se activan y secretan. Pavlov descubrió que si a un perro se le daba repetidamente otro estímulo simultáneamente con la vista de la comida, el segundo estímulo pronto causaba la actividad de las glándulas salivales en ausencia total de alimento. Se había establecido un reflejo condicionado. En el caso del pensamiento, el reflejo condicionado está constituido por los movimientos de los músculos grandes del cuerpo en respuesta a estímulos ambientales: los movimientos de los músculos del habla son los más comunes de los reflejos condicionados. Cuando intentamos observar este proceso en el pensamiento maduro, la tarea es sin duda difícil. Sin embargo, sigamos al conductista (9) en su intento de demostrar que los primeros procesos del pensamiento son simplemente reflejos condicionados.

 

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9.- Cf. Behavior de Watson, págs. 328-331

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En el desarrollo del primer acto de pensamiento, tal como lo describe el profesor Watson, se pueden distinguir seis etapas.

 

I. En primer lugar, se forman hábitos que, aunque vocales, no son hábitos lingüísticos: no constituyen un pensamiento genuino. Se originan como respuestas, imitativas en forma, a estímulos externos principalmente, aunque sin duda, en cierta medida, se deben a la estimulación intraorgánica, ya que el bebé emite instintivamente ciertos sonidos. El sonido de una palabra es un estímulo para que el bebé la pronuncie, y de esta manera pueden adquirir cien o más palabras. Esta es la etapa del loro, y no implica pensamiento.

 

II. En la segunda etapa, el niño ha adquirido, además de los hábitos vocales mencionados, otros que implican el ejercicio de brazos, manos, piernas y tronco. Los movimientos de estas partes del cuerpo ocurren regularmente en respuesta a estímulos específicos del entorno. El niño agarra su sonajero, por ejemplo, y lo agita. Este tipo de hábitos, es decir, los que implican el ejercicio de brazos, manos, piernas y tronco, se consideran esenciales para el desarrollo del pensamiento. Un niño paralítico, aparentemente, nunca podría pensar. Hasta ahora, no existe una diferencia esencial entre el niño y el loro: ambos han adquirido el hábito de mover las partes más grandes del cuerpo y ambos pueden emitir sonidos.

 

III.- El siguiente paso consiste en llevar al niño a un plano al que ningún animal, salvo el hombre, ha llegado hasta ahora (10). Se describe, en líneas generales, de la siguiente manera: la enfermera, al observar que el niño reacciona de forma característica ante un objeto determinado, por ejemplo, una pelota, dice «pelota» cada vez que se produce esta reacción. La palabra hablada actúa como estímulo para que el niño la pronuncie de acuerdo con la etapa (1). La repetición de este procedimiento produce un reflejo condicionado. Para empezar, hay dos estímulos (o grupos de estímulos): (a) la visión de la pelota; (b) las respuestas a la pelota; (a) movimientos de brazos, piernas y tronco ante las respuestas; (a) movimientos de brazos, piernas y tronco ante la visión de la pelota; (b) movimientos musculares del habla necesarios para decir "pelota" en respuesta a esa palabra, tal como la pronuncia la enfermera. Por lo tanto, el niño responde a ambas cosas al ver la pelota: al verla, mueve los brazos, las piernas y el tronco adecuadamente y, al mismo tiempo, dice "pelota".

 

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10.- Ibíd., pág. 329

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Cabe señalar de paso que todo esto parece encontrar una explicación perfectamente satisfactoria y directa en términos de asociación. No es que el conductista lo niegue; pero ¿por qué dice que ningún animal, salvo el hombre, ha alcanzado esta etapa? Es cierto, en cualquier caso, que los reflejos condicionados pueden producirse en animales inferiores.

 

4. El hecho esencial en la cuarta etapa es que ocurren muchos casos en los que las respuestas tempranas de brazos y piernas a estímulos específicos se ven frustradas: por ejemplo, la pelota está en un estante y, por lo tanto, no se puede agarrar ni rodar por el suelo. Se han establecido dos respuestas a la vista de la pelota: los movimientos de brazos, piernas y tronco, y la palabra "pelota"; cuando una se frustra, solo ocurre la otra. Por lo tanto, en muchos casos, la pronunciación de los nombres de los objetos es la única respuesta que se les da.

 

5. La quinta etapa, no claramente distinguible de la cuarta, parece consistir en los resultados de numerosos casos particulares, como el indicado en la cuarta etapa. La mayor frecuencia con la que se produce la respuesta verbal a los objetos tiende a establecer dicha respuesta, excluyendo otras. Observe a grandes rasgos lo que ha sucedido. Los movimientos de los músculos del habla han sido "sustituidos" por movimientos de los músculos de los brazos, las piernas y el tronco, y el pensamiento, idéntico a esta sustitución, ha comenzado.

 

6. La etapa final del desarrollo es la aparición de la palabra sin el estímulo de la pelota. Pero esto no presenta ninguna dificultad. Se han visto muchos objetos junto con la pelota, y por asociación, la visión de cualquiera de ellos puede provocar la respuesta: la palabra hablada "pelota". El estímulo puede incluso ser intraorgánico. A medida que la red de asociaciones se teje rápidamente por la experiencia temprana, pronto es posible que cualquiera de una multitud de estímulos genere respuestas verbales.

 

Y así hemos alcanzado los "verdaderos hábitos lingüísticos", es decir, el pensamiento. En ese momento, el pensamiento vocal da paso al subvocal, debido a las exigencias del entorno social; los movimientos de los músculos del habla se afinan y se modifican de diversas maneras, de modo que las palabras ya no se pronuncian pensando. Pero, en principio, no hay nada nuevo en el uso subvocal de la compleja estructura del lenguaje tal como la conocemos.

 

Cualquier plausibilidad que tenga esta teoría se debe a dos factores: su énfasis en los movimientos musculares relacionados con la emisión de palabras y su afirmación de que, al pensar, tenemos esencialmente una "sustitución" de ciertos movimientos musculares por otros.

 

En cuanto al primero de estos puntos, la estrecha conexión real reconocida entre las palabras y el pensamiento normal causa cierta confusión; sin embargo, el conductista sostiene que la esencia del asunto reside en la sustitución, y no en los músculos implicados. No es necesario que los movimientos musculares sustituidos sean movimientos de los músculos del habla (11). Cualquier otro músculo servirá también, siempre que exista una sustitución de movimiento muscular generada por reflejos condicionados. ¿Adónde nos lleva esto? Analicemos, de forma perfectamente legítima, el desarrollo del pensamiento temprano en un caso hipotético en el que los músculos sustituidos no sean los del mecanismo del habla. Tendremos seis etapas, como antes.

 

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11.- Cf. Behavior, p. 325. (La referencia a los hábitos del «lenguaje corporal»)

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1. Dado que los movimientos musculares del habla deben excluirse de este proceso, no comenzaremos con los hábitos vocales no lingüísticos, sino con otros. Supongamos que, muy temprano en su vida, un bebé adquiere el hábito de retirar el pie derecho al recibir una descarga eléctrica. Comenzamos, es decir, con el estímulo y la respuesta, como lo hace el profesor Watson; la diferencia radica simplemente en que nuestra respuesta y estímulo son distintos a los suyos, principalmente en que los músculos que responden son diferentes. (El caso considerado puede considerarse representativo de toda una clase de casos similares.

 

2. En la segunda etapa, el niño ha adquirido una serie de hábitos que implican el ejercicio de brazos, piernas y tronco. Supongamos que uno de ellos es retirar el pie izquierdo al ser tocado por un objeto frío.

 

3. Este paso es muy importante. La enfermera, al observar que el niño retira el pie izquierdo al ser sometido a un estímulo frío, decide aplicarle una descarga eléctrica al pie derecho cada vez que se aplica un estímulo frío al izquierdo. Esto es exactamente similar a la situación en la que la enfermera, al ver que el niño responde de forma característica al ver la pelota, dice "pelota". Y, en cada caso, el procedimiento de la enfermera proporciona un estímulo al bebé. En el caso del profesor Watson, el niño dice "pelota": en el caso presente, retira el pie derecho. Aquí, para empezar, hay dos estímulos: (a) estímulo frío en el pie izquierdo; (b) estímulo eléctrico en el pie derecho; y dos respuestas: (a) retirada del pie izquierdo Pie, (b) retirada del pie derecho. Por lo tanto, el niño presenta ambas respuestas cuando solo se aplica el estímulo eléctrico. Es decir, como respuesta al estímulo eléctrico aplicado al pie derecho, el niño retira ambos pies; de la misma manera que pronuncia "pelota" y realiza los movimientos apropiados de brazos, piernas y tronco con solo ver la pelota. Se ha establecido un reflejo condicionado.

 

4. El hecho esencial en esta etapa es la frustración de una de las dos respuestas. Supongamos que la pierna derecha del niño se paraliza: esto correspondería al caso en el que, según el profesor Watson, las respuestas apropiadas se ven impedidas porque, por ejemplo, la pelota está en un estante fuera de su alcance. ¿Qué sucede ahora cuando se aplica la descarga eléctrica al pie derecho? El niño retira solo el pie izquierdo.

 

5. Esta etapa estará constituida por los resultados de muchos procesos particulares en el organismo similares en principio al descrito (en los que un movimiento se ha sustituido por otro), lo que nos da muchos ejemplos de reflexión. 6. La etapa final consiste en retirar el pie izquierdo cuando no se aplica el estímulo eléctrico al pie derecho. Esto no presenta dificultad alguna. Se han visto muchos objetos en momentos en que se administró la descarga eléctrica y se retiró el pie izquierdo; y ahora, la visión de cualquiera de ellos, por conexiones asociativas, puede provocar la retirada del pie izquierdo.

 

El proceso que acabamos de describir contiene todas las etapas del proceso del profesor Watson, y las leyes que lo rigen son idénticas a las que rigen el suyo. La única diferencia radica en que los músculos implicados son distintos. Por lo tanto, el conductista debe admitir que su explicación del pensamiento es inexacta (ya que sostiene que los músculos del habla no son esenciales para el pensamiento), o que cualquier fenómeno del tipo descrito es un caso de pensamiento.

 

La segunda alternativa no puede aceptarse. La razón es, en resumen, la siguiente: conocemos el pensamiento, experimentándolo tan directamente como experimentamos el movimiento muscular; y cuando comparamos lo que conocemos como pensamiento con lo que conocemos como sustitución del movimiento muscular, vemos que ambos no son idénticos. No son más idénticos que un movimiento muscular del flexor del antebrazo derecho es idéntico a un movimiento muscular del abductor del muslo izquierdo. La evidencia es del mismo tipo en ambos casos: experiencia directa. Y, dicho enfáticamente, es completamente innecesario saber todo o incluso mucho sobre el pensamiento para justificar este argumento. Podemos saber que el rojo es diferente del verde y no otra cosa sobre ninguno de los dos. Es psicológicamente falso suponer que el conocimiento de la diferencia basado en la experiencia inmediata implica cualquier otro conocimiento.

 

Esto nos lleva a la segunda razón para la plausibilidad de la teoría conductista del pensamiento. Esta, se decía, consistía en el uso del término "sustitución" por parte del conductista para indicar la esencia de su teoría. Ahora bien, ¿qué entiende el conductista precisamente por sustitución del movimiento muscular? Puedo sustituir un movimiento de mi mano derecha por un movimiento de mi mano izquierda al ponerme el sombrero: en resumen, siempre que un propósito realizado mediante la actividad de ciertos músculos se realice, o se realice, mediante la actividad de otros músculos, podemos hablar de sustitución del movimiento muscular. Pero según el conductista, la sustitución ocurre cuando, por ejemplo, pienso en ponerme el sombrero. Sin embargo, cuando los movimientos musculares del habla asociados con (o constitutivos de) este pensamiento ocurren solos, mi sombrero no se me sube a la cabeza. Evidentemente, este sentido de sustitución no es intencionado. Y, de hecho, solo hay un sentido de sustitución que el conductista puede legítimamente querer decir, y este es el que indica simplemente el fenómeno del reflejo condicionado. Sin embargo, este tipo de sustitución no es la que realmente implica el pensamiento, y que puede expresarse, brevemente, como el uso de palabras (u otro material) como signos. Sabemos que la teoría del conductismo es errónea porque sabemos que este último tipo de sustitución no es una sustitución del movimiento muscular, por muy estrechamente asociada que esté con ciertas formas de esta.

 

vi.

La segunda proposición en la que se afirmaba que consistía el conductismo (Sección II) es que la conducta es científicamente explicable sin referencia a lo que comúnmente se denominan hechos o procesos mentales. Si el conductista tuviera razón en su intento de reducir la vida mental a cambios musculares y glandulares, por supuesto que tendría razón en su segunda proposición; pero esta segunda proposición podría, lógicamente, ser verdadera, aunque su intento de reducción fracasara, como lo es. Su postura se aproximaría entonces al paralelismo psicofísico, y la pregunta sería qué nueva evidencia presenta el conductista en apoyo de esta teoría.

 

Cabe decir de inmediato que el conductista no presenta ninguna evidencia que respalde la teoría de que la conducta es explicable sin referencia a la vida mental, excepto la que aduce para respaldar su postura de que no existe vida mental. De hecho, su segunda proposición es un corolario de la primera. Su admisión de que el pensamiento, en su sentido, afecta la conducta significa simplemente que inserta ciertos eslabones fisiológicos no muy fácilmente observables en una cadena fisico-fisiológica. Su primera proposición lo lleva a suponer que la cadena no tiene eslabones que no sean físicos o fisiológicos; pero no ofrece ninguna evidencia positiva de que esto sea así. Por lo tanto, podemos decir que el conductista ha dejado el problema cuerpo-mente exactamente donde estaba.

 

Sin embargo, dos observaciones son relevantes aquí. Primero, necesitamos algún criterio para una explicación adecuada de cualquier conducta dada. En ausencia de dicho criterio, es fácil ofrecer explicaciones inadecuadas como adecuadas, por un lado, y dar explicaciones sobre adecuadas, por otro. Parecería deseable limitar estrictamente los hechos explicativos, en este sentido, a aquellos de los que se puede inferir una conducta específica. En teoría, esto puede parecer fácilmente posible; pero en la práctica, en este caso, dista mucho del ideal lógico. Si el conductista admite esta concepción de una explicación adecuada y sostiene que simplemente intenta demostrar que la explicación adecuada de la conducta es el estímulo físico más la conducta, solo tenemos que decir esto: presente la evidencia, pero no se base en vínculos fisiológicos hipotéticos en la cadena causal. Cuando los vínculos son hipotéticos, su naturaleza difícilmente puede estar fuera de toda duda.

 

En segundo lugar, se presta gran interés al intento del conductismo de explicar mecánicamente la adquisición de hábitos motores por parte de los animales (12). Esto es bastante interesante por sí mismo, aunque es dudoso que haya tenido éxito. Pero también es interesante por su trascendencia más amplia. Sería sin duda muy interesante si, en un caso determinado en el que la hipótesis de la interacción se ha considerado casi inevitable, resultara que esta hipótesis no es necesaria. Si el conductista puede establecer esto, habrá hecho una contribución notable a los principios de la explicación psicológica.

 

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12.- Cf. Behavior de Watson, cap. V

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VII

 

Queda una pregunta más. El conductista está dispuesto a admitir que su teoría no está establecida; de hecho, generalmente es modesto en cuanto a la evidencia que la respalda y afirma que la acepta como una suposición, aunque muy razonable. Ante esta postura, surge la pregunta obvia: ¿por qué aceptar como cierto lo que no se sabe con certeza? En la vida, sin duda, a menudo debemos actuar con base en probabilidades; pero en la ciencia la situación es algo diferente. El conductista parece responder: «No hago esta suposición simplemente para satisfacer mi necesidad de creer en algo, ni por ninguna razón práctica. Por el contrario, se acepta simplemente como una hipótesis científica: el conductismo, en resumen, es una hipótesis».

 

Ahora bien, la gran respetabilidad de la hipótesis en la ciencia puede llevar a aceptar esta respuesta sin mucha reflexión. Por lo tanto, es probable que la situación real cause cierta sorpresa cuando se comprenda cuál es. De hecho, es esta: no existe la más mínima razón científica para formular la hipótesis. No hay uno solo de los muchos y muy interesantes problemas con los que se ha ocupado el conductista que no haya podido ser investigado por un científico interaccionista. Por ejemplo, no es necesario asumir el conductismo para investigar el alcance y el carácter de las reacciones musculares y glandulares que acompañan a la actividad mental, las coordinaciones neuromusculares instintivas de un bebé, el rango de sensibilidad visual; ni, de hecho, para ningún otro propósito científico. Sin embargo, si el conductista argumentara que el significado que atribuye a la afirmación de que "el conductismo es solo una hipótesis" es que "el conductismo es probablemente verdadero", la respuesta debe ser: (1) que la primera y fundamental proposición del conductismo es claramente falsa; (2) que, en cuanto a su segunda proposición, cuya verdad o falsedad puede considerarse indeterminada, el conductismo no ha aportado ninguna prueba que la haga probable.

 

 

Viii

 

El conductista puede afirmar (1) que simplemente pretende investigar la conducta, tal como la define él mismo, y que llamará psicológicas a sus investigaciones. Esta postura no da lugar a ninguna controversia de carácter científico. O puede afirmar (2) que todos los fenómenos mentales actualmente aceptados son idénticos a la conducta. Esta postura es definitivamente errónea. Finalmente, puede afirmar (3) que aceptará, como hipótesis, la idea de que la conducta es explicable sin referencia a ningún fenómeno actualmente reconocido como mental. A lo cual la respuesta es: no hay ninguna razón científica para adoptar esto.

 

B. MUSCIO.

CAMBRIDGE, INGLATERRA.


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Anexo 1.

a. Artículo: “ PSYCHOLOGY AS BEHAVIORISM" por B. Muscio (1921) Publicado en: The Monist, Vol. 31, No. 2 (APRIL, 1921), pp. 182-202 





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Estimado Usuario puede descargar la OBRA ORIGINAL en nuestro grupo:· Walden IV (Comunidad Conductista) / Walden IV (Behaviorist Community)Visita el Grupo en el siguiente Hípervinculo:

Título: PSYCHOLOGY AS BEHAVIORISM

Autor: B. Muscio

Año: 1921

Publicado en: The Monist, Vol. 31, No. 2 (APRIL, 1921), pp. 182-202 



Idioma: Inglés

OBRA ORIGINAL

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Tips: En la sección “Buscar en el grupo” coloca el título del libro, autor o año y descargalo de manera gratuita, en el grupo se encuentra solo en inglés, ¡OJO! en esta publicación lo puedes disfrutar en español (Ya que es una traducción del original). Queremos agradecer a todos los lectores por el apoyo pero en especial a la Mtra. Amy R. Epstein quién es Profesora de la University of North Texas agradecemos en demasía puesto que fue ella quien nos compartió el acceso a este valioso artículo. Atentamente todos los que hacemos posible Watson el Psicólogo (@JBWatsonvive) (Herrera, A. &

 

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